Entregarse a la vida es una clave para alcanzar un bienestar personal, aun en medio de muchas limitaciones. Para eso sería importante que adquirieras la convicción de que cada momento es muy valioso. Este instante es inmensamente valioso y exige tu entrega total.
Posiblemente, por soñar con algo muy grande que no puedes alcanzar, has perdido la capacidad de valorar lo que vives, y todo te parece pequeño, insuficiente, indigno de tus sueños, poca cosa.
Ojalá pudieras advertir que esa idea falsa también es un veneno que te debilita y te mata.
Libérate de la tentación de creer que este momento, esto que tienes entre manos, es inútil o relativo. Todo lo contrario, es tu salvación, porque es lo que Dios te ofrece.
Entrégate de lleno a lo que la vida te presenta: sea un pequeño placer legítimo, un trabajo, el encuentro con una persona, la posibilidad de ayudar a alguien, una tarea manual, un desafío que tienes que enfrentar, lo que sea. Vívelo a fondo, sin entretenerte pensando en el futuro que deseas, en lo que la vida te ha negado y quieres alcanzar, en lo que tienes que hacer después, en tus tristezas y tus proyectos para resolverlos, en el tiempo que pasa y tus prisas.
El hombre sabio no espera que se den todas las condiciones adecuadas para sentirse bien, para vivir con intensidad y ser feliz, sino que sabe vivir con hondura en cualquier situación.
El que halló la profundidad por la obra del Espíritu, la vive en cualquier circunstancia; no lleva una vida hecha de fragmentos que nunca se unen.
Vive ahora, aquietando tu mente y entregándote sólo a esto. Es tu salvación, porque es tu respuesta a la invitación de Dios que te llama a la vida en este presente, así como es, con las características que tiene, con sus posibilidades, pequeñas o grandes.
Que lo que tengas entre manos sea pequeño, imperfecto o limitado, no significa que sea inútil o inservible.
Por ejemplo, que el amor de un amigo sea imperfecto o defectuoso no significa que sea falso ni que sea puro egoísmo. Es imperfecto, pero es real. Tienes que aceptar la cuota de belleza y de bondad que hay en cada cosa y beberla con gusto.
Eso que tienes entre manos, aunque sea imperfecto, puede abrirte el camino para descubrir y gozar cosas mucho más bellas y grandes cuando lleguen. Recuerda: si no vives esto que tienes entre manos ahora, no te capacitas para apreciar y valorar otras cosas mejores cuando la vida te las ofrezca. Nada te bastará.
Cuando estés disfrutando algo, o experimentando un buen momento, puede suceder que escuches una especie de voz interior que te dice: No, no disfrutes. Eso es poca cosa. No vale la pena gozar o agradecer esa tontería. Y, entonces, te nace una sensación amarga que hace desaparecer la alegría que estabas sintiendo.
Por eso, no te conviene escuchar esas sugerencias interiores. No escuches esas voces negativas, no les dediques ni un segundo de tu tiempo. Son tus enemigas. Cuando aparezcan no les des importancia. Reacciona a tiempo y repite algo así:
Sí. Éste es un buen momento, y vale la pena. No es la gloria celestial, pero está cargado de belleza. No es perfecto, pero lleva una chispa de fuego divino en medio de la miseria. Lo acepto y lo valoro. Gracias, Señor, gracias.
Nunca hay que dejarse morir. Nunca hay que aceptar el adormecimiento que no es vida. O se trabaja o se descansa. Si se trabaja, se vive plenamente el trabajo; si se descansa, se vive plenamente el descanso. Los términos medios no satisfacen. Hay que vivir lo que nos toque vivir y entregarse a eso con toda el alma. Sea lo que fuere, vale la pena.
Pbro. Dr. Víctor M. Fernández
Vicedecano de la Facultad de Teología- Pontificia Universidad Católica Argentina
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