La misma vida humana aloja a la muerte. Ella revela el límite de nuestras posibilidades de vivir, de amar, de sentir, de abarcar y de entender.
El límite lo sentimos en cada momento de nuestra existencia. Esta experiencia implica renunciar a toda prepotencia de creernos en posesión de la verdad y a todo fundamentalismo religioso y político, a todo dogmatismo y absolutismo. No poseemos la vida, nos es dada.
Sólo Dios es absoluto y todo lo demás relativo; menos el hambre, que no es contingente.
Jesús que vino para dar vida en abundancia, aceptó descender hasta los infiernos de la soledad humana y divina. Se entregó confiando en su pasión. “Padre en tus manos entrego mi espíritu” (Lc 23,46). Muere solo pero confiado en Alguien Mayor. La cruz -que fue el instrumento de nuestro rechazo- Dios la transformó en signo de su inconmensurable misericordia.
La presencia del pecado como fuerza destructiva de la vida, se manifiesta en las mil cruces que unos hombres creamos para otros. San Pablo enseña que la muerte fue introducida por el pecado. (Rom. 5,12). La corrupción acelera la muerte en todos sus órdenes.
Grave dimensión de escándalo
Las grandes mayorías empobrecidas y excluidas son crucificadas. Los indígenas diezmados, las clases sometidas y explotadas con salarios de hambre en condiciones laborales que les acortan la vida, viviendas en basurales o a la orilla de ríos contaminados por la impunidad y la corrupción. Criaturas sin la mínima higiene para desarrollarse y sus madres que concurren a los hospitales a las 5 de la madrugada y esperan horas para ser atendidas. Niños y niñas abusados por mayores perversos. Jóvenes sin poder incluirse en las instituciones educativas y laborales. Familias de inmigrantes que trabajan en talleres clandestinos, la droga que desfigura y la violencia del horror. La cultura popular flagelada. Son pesadas cruces.
“La sociedad no puede desentenderse del fenómeno de la pobreza. Es una responsabilidad colectiva… el 49,5 % de la población de menos de 14 años es pobre, el 20% es indigente. Uno de cada cinco niños en el Gran Buenos Aires tiene problemas de desnutrición”.( Datos de la Comisión de Economía del Centro Argentino de Ingenieros). En la marginación y sufrimiento del pueblo empobrecido podemos ver la continuidad y actualización del Siervo sufriente cuya pasión reclama redención.
Jesús apasionado por la vida
Tanto en su anuncio como en su práctica Jesús privilegia estas personas. Fue por ellas por quienes vivió y anunció la venida del Reino de Dios que significa la liberación del oprimido, la salud para el enfermo y la comida para el hambriento (Lc 4,17).
Opción que significa una sagrada cólera contra las injusticias de este mundo y su amor político por las víctimas. Jesús ve que tales realidades contradicen el designio de vida de Dios y su superación constituye un signo de que el Reino está entre nosotros (Lc. 7,22) por eso arremete contra el ansia de acumulación y la falta de solidaridad. Su opción se traduce en una práctica de la liberación que comienza por la misma vida saciando el hambre, resucitando muertos y estableciendo una nueva relación social basada en el don y la acogida a todos, incluso a los enemigos. Su misión la realiza desde los más pequeños y débiles. Todo de cuánto es verdaderamente humano fue vivido, sentido y sufrido por Jesús. Esta conducta le costó la vida; lo mataron por blasfemo y no lo reconocieron como Profeta y Mesías de Dios. Dios lo resucitó. Su Resurrección es la realización plena de todas las virtualidades de la vida. Su vida es plena de entrega de amor, de perdón y compasión. Cristo es el primero de los muertos que recibe la plenitud de la vida humana por Don de Dios. En El, la muerte no tiene posibilidad alguna porque vive en la Vida de la Trinidad de Amor Eterno. Ella es la Fuente de la Vida verdadera y en nosotros habita la Efusión de su Espíritu.
Desde la Resurrección de Jesús la vida y el futuro de esperanza están abiertos. La Pascua es un Don de Dios. Las utopías son sendas a transitar y un horizonte posible para nosotros.
Tarea pascual
Celebrar la Pascua significa convocar a las familias, a las organizaciones comunitarias y políticas, a las instituciones públicas y privadas a concretar una verdadera revolución del amor que identifique a cada ser y dignifique a los injustamente vulneradas. Esta es la acción liberadora de la Pascua: que nadie sea injustamente despojado, no se sienta sólo y abandonado.
Convocar a la movilización es una tarea que se inicia en los gestos cotidianos y se comunica transformando paulatinamente toda la realidad según el designio de Dios: “que el pobre viva” según predicaba el Obispo Oscar Romero en el Salvador.
Esta práctica anuncia el juicio de Dios que desenmascara la realidad del orden como desorden y como dominación por parte de quienes se creen superiores en el pedestal religioso, político, económico o militar.
Tarea Pascual: creer en Jesús manteniéndose firmes en la decisión de no ceder ante las serias crisis. Cuidar la vida de los más pequeños con sentido de esperanza. Celebrar la vida en cada rinconcito. Empezar siempre por los últimos como práctica liberadora. Creer en el Espíritu de Dios vivo en la vida del pueblo. No sucumbir en la desesperanza saliendo de nuestro encierro y creando proximidades. Abrir el corazón a la vida del pueblo. Cuidarnos fraternalmente en nuestra vulnerabilidad. Dinamizar la vida en la comunidad. Transfigurar la creación como sagrada y sacramental. Entregar la vida, no perderla. Re-suscitar la participación y la organización popular con fe y alegría. Animarnos a ser libres y a vivir en la Fuente de la Vida…. las tareas pascuales nos llaman a la vida.
La Pascua es un canto a la vida, la poesía nos alienta y los abrazos nos cobijan, las flores, los ríos y los cerros están entre nosotros, los testimonios nos orientan y Jesús Resucitado nos espera en la orilla con su amistad.
Emilio Rojo
El autor es coordinador del Área de Desarrollo de Recursos en CARITAS San Isidro y del programa AYUDARTE. Es editor de “Buenas Nuevas”, su órgano oficial, y autor de “Compartir la palabra y recuperar el pan”
El autor es coordinador del Área de Desarrollo de Recursos en CARITAS San Isidro y del programa AYUDARTE. Es editor de “Buenas Nuevas”, su órgano oficial, y autor de “Compartir la palabra y recuperar el pan”
Fuente: http://www.isca.org.ar/
1 comentario:
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