sábado, 13 de septiembre de 2008

De la disculpa a la responsabilidad

Entrevista al Dr. Claudio García Pintos
Por Joaquín Rocha Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación

Claudio García Pintos es Doctor en psicología por la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA) y autor de numerosos libros sobre logoterapia*

En unos de tus escritos afirmas que “morir es obligatorio, pero ¿cómo hacerlo?... ¿es optativo?”
El hombre pudo optar siempre, en toda cultura. Lo que pasa es que hay momentos culturales que logran confundirlo tanto que lo llevan a abandonar ese privilegio de la opción. Le hacen creer que está optando cuando en realidad está cerrando los ojos y sigue obedientemente el mandato cultural vigente.

En la actualidad lo vemos en muchos ejemplos. Ante la disyuntiva “valores o bienes” el hombre no duda en volcarse a los “bienes”, y lo hace muchas veces creyendo que es una opción genuina cuando en realidad es la fuerza del imperativo social. Hacerlo por los valores es ser tonto. La picardía o “viveza criolla” en lugar de la inteligencia, la honestidad y el trabajo. Otro ejemplo claro lo tenemos con el concepto de mujer.

¿Qué es ser mujer hoy? Cómo saberlo si uno de programas de televisión abierta más visto invita a “sacá la perra”, “sacá la zorra que tenés dentro”… Entonces ser mujer es igual a ser prostituta… Cuando una muchacha se muestra como mujer, ¿está eligiendo cómo ser mujer o se rinde ante el imperativo cultural vigente? El hombre siempre pudo y podrá elegir, pero la cultura no siempre se lo facilita o lo promueve. Así esté entre la “espada y la pared” y crea que no puede elegir, siempre podrá optar por volcarse contra la pared y morir como un cobarde o hacerlo sobre la espada y morir como un valiente.

¿Es lo que Víktor Frankl llama capacidad de oposición?
Así es. Desde lo etimológico “oposición” significa “tomar posición” (o-ponerse). Siempre somos puestos en determinada posición, pudiendo elegir u optar por quedarnos allí o modificarla. Vivir tiene que ver con la facultad del hombre para decidir, tomar posición, oponerse ante las cosas que le pasan. ¿Qué hacer entonces para salir adelante? Tenemos dos posibilidades o posturas para discernir: sobrevivir o tratar de superarlas.

La primera postura se basa en la disposición de soportar y resistir asumiendo una postura de victima sosteniendo con esfuerzo y sacrificio lo que acontece. De alguna manera es responsabilizar a algún otro, ya sea Dios u otras personas, de lo que nos pasa.

Por otro lado asumir la capacidad de oponerse a lo que sucede, implica asumir la propia responsabilidad ante el hecho y la innata posibilidad de optar por aquel camino que más nos acerque al camino elegido.

Por ejemplo, cuando recibo un diagnostico que no esperaba, oponerme no significa devolverle el diagnóstico al médico y decirle “no quiero tener cáncer, me opongo, déme otro diagnóstico”, sino decidir cómo voy a vivir mi vida, ahora, a partir de saber que tengo cáncer. Eso es “oponerme”.
Simone de Beauvoir ha dicho que cada persona envejece de acuerdo a como ha vivido yo agrego cada uno muere de acuerdo ha como ha vivido.

¿Cuál es el papel que juega el psicoterapeuta en este asumir la propia responsabilidad?
En esto, la relación terapéutica, adquiere una tonalidad muy especial. Se inserta en el grupo de aquellas relaciones de ayuda, asumiendo sus propias características entre todas ellas.

El psicoterapeuta debe actuar ayudando, promoviendo “la conciencia del deber” y no la “conciencia de la obligación”. La conciencia de obligación significa hacer aquello que no puedo dejar de hacer, impuesto por una ley externa que me lo impone. La conciencia del deber es cumplir con uno mismo, con una especie de “ley interna”, no un mandato, sino una profunda vocación personal que me lleva a ser yo mismo, la mejor versión de mí mismo. El psicoterapeuta es, entonces, un FACILITADOR. No en el sentido de hacerle las cosas más fáciles al paciente sino en el de "proveer" (facilitar). Como terapeuta debe tratar de proveerle los medios para que pueda conectarse con su deber ser y desarrolle su "conciencia del deber" para garantizar su cumplimiento, para seguir su orientación.

Cada terapeuta debe contestarse esta pregunta: “¿Quién cura y quien sana?” y así salvaguardarse de la omnipotencia. No debemos cerrar respuestas sino abrir caminos. El curar es un proceso o procedimiento que se origina y dirige de afuera hacia adentro. Es ordenado y conducido por un tercero (el médico o el terapeuta), quien asume el rol de agente y se sostiene o desarrolla respecto del individuo, quien asume el rol de paciente. Este acto de curar se complementa necesariamente con el de "sanar", que como proceso y respecto del individuo enfermo, se produce y concreta de adentro hacia afuera. En este caso, es ordenado y conducido por el propio individuo quien termina siendo, entonces, el agente y paciente del mismo proceso.

El acento está mucho más puesto sobre el vínculo terapeuta paciente.
Siempre le digo a mis alumnos que lo cura es el vínculo.
Este paradigma del “yo te cuido más tú te sanas”, presenta un doble beneficio: por un lado, el desarrollo a pleno de la humanidad posible del otro, lo que conducirá a ser más “uno mismo”, y, por otro lado, si la “cura” no fuera posible, siempre existe la posibilidad de reconfortarlo al otro en su sufrimiento. Cuando la terapia no puede curar, por lo menos debe reconfortar al que sufre; no deja de ser útil cuando no puede curar, deja de serlo cuando no puede acompañar y sostener al otro en su sufrimiento. Nuestro trabajo nos otorga la maravillosa posibilidad de ser espectadores del más glorioso espectáculo: un hombre que, con los genuinos recursos de su humanidad, se pone de pie ante la adversidad de algunas circunstancias de vida. ¿No es ese privilegio suficiente, como para que aspiremos, además, a ser hacedores del milagro?
Toda terapia, en el fondo y en última instancia, es un análisis existencial.

Lo que queda claro es el ser humano esta llamado a redimir su existencia y hacer de ella una historia con significado…
El hombre es un ser en tránsito. Es un peregrino en búsqueda del cumplimiento de su existencia como hombre. Llegar a ser “lo mas hombre posible”, lograr la “mejor versión de si mismo”. Cuando se desvía del camino, cuando no puede o no sabe peregrinar se coloca en situación de deambulante. O sea, aquel que camina sin rumbo o destino.

Mitad peregrinando, mitad deambulando, todos estamos llamados a cumplir con una tarea. Nuestra existencia espera una obra. Tenemos la oportunidad de hacer de nuestra historia una biografía significativa, única, personal y singular.
La opción está. Solo debemos tomarla.

*Claudio García Pintos es doctor en Psicología (UCA). Profesor titular en las carreras de Psicología, Psicopedagogía y Lenguas (UCA). Director del CLAE (Centro de Logoterapia y Análisis Existencial de la UCA).
Director de Cavef (Cátedra Abierta Víktor Frankl).
Creador y director de “Aulas3 Viktor Frankl”.
Director de IDPa (Instituto para el Desarrollo de la Persona, de la Fundación gestión y Desarrollo).
Autor de Cita a Ciegas, La familia del anciano también necesita sentido, La logoterapia en cuentos publicados por Editorial SAN PABLO y otros
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Fuente: San Pablo

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