Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Gongreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino; invocando a la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina.
Qué interesante sería que en todas las escuelas, en los hogares, en las empresas, en los organismos públicos, en el gobierno y en todos los ámbitos, se recordara este Preámbulo de nuestra Constitución y se analizara como corresponde para volver a situarnos una y otra vez en lo que realmente es lo importante.
El Preámbulo se encarga de recordarnos que los gobernantes son los representantes del pueblo, no los dueños; que gobiernan en conjunto con las provincias, en un Congreso que tiene sus representantes que deberían ser de convicciones firmes y sin dobleces para definir políticas públicas beneficiosas para todos los habitantes de este país y no sólo de los argentinos e invocando la protección de Dios, lo cual nos recuerda también que los hombres y mujeres somos limitados, no lo sabemos todo, no lo tenemos todo, tenemos una parte de la verdad que se va haciendo "la verdad" a medida que cada ciudadano aporta su granito de arena, ya sea con su profesión, con su sabiduría o con el voto.
Ojalá que este cumpleaños de la Patria, que nos encuentra en medio de un conflicto interno muy difícil, Dios otorgue a los dirigentes el discernimiento indispensable para resolverlo de manera coherente.
Textos: María Inés Maceratesi
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