miércoles, 13 de febrero de 2008

Primera infancia y valores

Los niños en sus primeros años de vida no son capaces de razonar al modo de los adultos pero, internalizan cuanto les llega desde afuera. A partir de los dos años, hasta cumplir los siete aproximadamente,según Erik Erikson (1), los niños incorporan todos aquellos valores que luego pondrán en práctica durante su vida adulta. de ahí que la primera educación pasa por intentar hacerles vivir los valores.

¿Cuál es el ámbito de adquisición de esos valores?, ni más ni menos que el hogar, a través de su familia. La primera infancia no es la edad del razonamiento y no se puede esperar ninguna respuesta de orden moral porque, su esquema de razonamiento es aún muy rudimentario. Ellos miran, observan lo que sucede a su alrededor pero sin comprender demasiado.

Seguirán un camino equivocado los padres que pretendan enseñarles como si comprendieran lógicamente.
De todos modos, la mente infantil no espera la edad de la razón para empezar a formarse.
Los niños que atraviesan la primera infancia aprenden de lo que ven para, más adelante, unir imagen y razonamiento; al principio viven y hacen lo que ven, son grandes imitadores y actores que copian actitudes y conductas de los adultos.

Les gusta explorar y descubrir cosas siguiendo un camino de estructuración y de integración de su yo en el cual los padres son simplemente guías .Los padres que se muestran atentos, descubrirán también que el niño aprende muy rápido lo que está bien y lo que no, y entiende perfectamente lo que vive y ve: si hay dulzura, orden, paciencia, serenidad en los adultos irá copiando esos valores y adquiriendo hábitos.

Es bueno en esa etapa, estimularlos y expresar mediante gestos, todo cuanto van logrando, felicitándolos cuando hacen algo bien.

Si en nuestras mascotas podemos observar que, cuando hacen algo bien esperan una caricia y cuando hacen algo mal se esconden y miran de soslayo, cuánto más los niños. Ellos tienen inteligencia y reconocen desde muy pequeños lo que está bien o mal pero, hay una condición que no debemos obviar: los padres, los abuelos, los hermanos mayores, deben ser ejemplo de aquéllas actitudes que quieran transmitir.

El niño en sus primeros años necesita ver y oir cosas buenas y bellas para estimular su imaginación y su fantasía. Los cuentos que puedan leerle la abuela o el abuelo, o sus padres, mostrándoles imágenes bonitas, los ayudarán a incorporar lo bueno y lo bello.

Y si un niño va adquiriendo noción de lo bueno y lo bello, difícilmente llegue a ser un adulto que no lo refleje en toda su persona porque, si recibió lo bueno,
dará de lo bueno que fue anidando en su ser, cuando aún era muy pequeño y no razonaba del todo lo que veía y oía a su alrededor.


(1) Psicoanalista nacido en Frankfurt, Alemania, el 15 de mayo de 1902. Murió en 1994-

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