jueves, 11 de octubre de 2007

El cuidado de nuestras relaciones familiares



Nuestros vínculos más cercanos en primer lugar


¿Qué estamos haciendo para reconocer los nuevos cuidados que necesitamos a medida que pasa el tiempo y cambian las circunstancias?
Cuidamos nuestros objetos más preciados con atención, los limpiamos, los observamos, los disfrutamos y los tocamos. ¿Y qué dedicación ponemos en nuestros afectos cercanos, aquellos que casi damos por sentado en la costumbre de la cotidianeidad?

La pareja

Muchas veces nos han dicho, o hemos dicho: "cuidado al cruzar", "cuidate, no tomes frío", "cuidado al manejar en la ruta", "cuidado que quema", etc. En estas recomendaciones explicitamos nuestro amor, el deseo de ayudar, de prevenir, de que a las personas que tenemos cerca no les ocurra nada que se pueda evitar.

No siempre logramos en nuestra relación matrimonial o familiar tener esa actitud de escucha o esa mirada atenta donde demostramos que ponemos en primer lugar el cuidado mutuo de nuestros vínculos. Estamos viviendo con mucha prisa, con poca paciencia.

Cuidamos el auto, que no haya polvillo sobre los muebles, que no haya nada tirado o fuera de lugar, que no tengamos kilos de más, que no gastemos de más. Son muchas las cosas que cuidamos porque nos interesan o las consideramos valiosas. ¿Qué pasa con nuestra relación de esposos? ¿Cuánto hace que no le pasamos el plumero?. ¿Nos acostumbramos a los "ruidos" (como en el auto), de forma tal que ya no los escuchamos? ¿Qué estamos haciendo para reconocer los nuevos cuidados que necesitamos a medida que pasa el tiempo y cambian las circunstancias?.

En el matrimonio no podemos permitirnos una actitud pasiva mientras el tiempo transcurre. Mantener la relación sólida requiere mucho cuidado, que es otra manera de decir mucho amor, escucha, diálogo, entrega, comprensión, aceptación, perdón. La construcción del nosotros requiere mucha atención y esfuerzo porque, de lo contrario, corremos el riesgo de ser como las vías del tren, que mirándolas a la distancia, parece que se juntan, pero nunca llegan a ser una.
¿Escuchamos de corazón el interior de nuestro cónyuge o hacemos silencio como si escucháramos pero pensando en otra cosa?. La escucha requiere una actitud activa. Tenemos que escuchar con todo nuestro ser, estando muy atentos a quien nos habla, prestando atención a lo que nos dice pero mucho más a cómo nos lo dice. De ser posible tenemos que estar muy cerca, tocarnos, acariciarnos. Una escucha activa genera un diálogo que enriquece, que hace crecer la relación.
En el transcurso de nuestra vida diaria tenemos que tomar decisiones. Y aquí también debemos ser cuidadosos, porque con una decisión puedo sumar o restar a la relación de esposos. La utilización del tiempo libre, el gasto del dinero, la relación con los parientes, entre otros, son temas donde permanentemente tenemos que evaluar si tenemos en cuenta al otro o pensamos únicamente en nosotros. Para construir una buena relación matrimonial tenemos que cuidarnos de nuestros prejuicios, de nuestro mal humor, de juzgar, de tratar de no imponer lo que traemos de nuestra historia personal. Tenemos que aprender a construir una nueva historia, la de nuestra pareja.

Padres e hijos

¿Y qué pasa con las relaciones padres/hijos?. Acá debemos poner el mayor de los cuidados porque muchas veces, creyendo que obramos bien, podemos causar un efecto no deseado. Hubo, en un tiempo, en la formación de los chicos y los jóvenes, mayor influencia de la familia que de la sociedad. Pero, desde hace unos cuantos años, la familia viene perdiendo peso en la formación y transmisión de valores. El diálogo entre padres e hijos es un gran desafío que merece dedicación, esfuerzo y cuidado. El tema es complejo debido a la diversidad de factores que intervienen, propios de la misma familia y de la sociedad que nos rodea.

La autoridad se encuentra muy cuestionada. Es fundamental que seamos coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos. Debemos esforzarnos en encarnar realmente los valores en base a los cuales estamos educando para tener autoridad interior, que es la que ayuda a fijar normas y pautas para la convivencia familiar. Esta autoridad brota del amor. Los límites deben ser claros y aplicados a tiempo. El vacío de autoridad puede llevar a generar inseguridad en los hijos, borrándose la figura del padre o madre y quedando sólo la de amigo/a.
Con el respeto tenemos que ser muy cuidadosos. El respeto primero se regala, después se recibe. Cuando respetamos a alguien tenemos consideración, prestamos la atención que el otro merece, reconocemos su valor e importancia. El respeto enriquece a la persona y la hace valiosa. En la educación de nuestros hijos el amor y el respeto son dos sentimientos inseparables. Es necesario que respetemos la originalidad del otro, sus tiempos, su espacio, debemos ayudarlo a desarrollar su propio ser. Tenemos que posibilitar que se manifieste y se desarrolle la manera particular y diferente que cada hijo tiene. Nos tenemos que liberar de lo que queremos que el otro sea y darle la libertad para que desarrolle su personalidad. En este camino tenemos que cultivar una cercanía personal para conocerlo realmente y no suponer que lo conozco, respetando siempre su originalidad. Tenemos que ayudar con nuestra educación a la autonomía personal. Tenemos que evitar toda forma de dependencia que conspire contra el proceso de maduración personal de nuestros hijos.

Nuestros hijos necesitan poder encontrar siempre el apoyo de los padres. Deben sentir que los queremos, que los comprendemos y que estamos abiertos al diálogo. Tienen que sentirse libres para expresar lo que piensan y sienten. Los padres debemos animarlos a soñar con ideales, a realizar cosas sin temer al fracaso. Pero como podemos fallar, nuestros hijos aprenderán también de ésto, pues observarán cómo reaccionamos ante los errores.

Siempre hubo que luchar para hacer crecer las relaciones familiares, pero estamos viviendo tiempos que requieren mucho cuidado y esfuerzo. Tenemos que recordar que Jesús está con nosotros en la barca para ayudarnos a hacer frente a las tempestades. Debemos cuidarnos mutuamente para alcanzar la plenitud que Dios quiere que disfrutemos.

Lita y Carlos Besuzzo
Esposos , padres y abuelos

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