jueves, 20 de diciembre de 2007

Dignidad de la mujer ayer, hoy y siempre

No necesitamos ser "perfectas", simplemente necesitamos que se reconozca nuestra dignidad

Poema en honor de la mujer perfecta

Proverbios 31,10-31

Una mujer de carácter, ¿dónde hallarla?
Es mucho más preciosa que una perla.
Sabe su esposo que de ella puede fiarse:
con ella saldrá siempre ganando.
Le reporta felicidad, sin altibajos,
durante todos los días de su vida.
Ella se ha conseguido lana y lino
porque trabaja con manos hacendosas.
Como los barcos de los comerciantes,
hace que su pan venga de lejos.
Se levanta cuando aún es de noche
para dar de comer a los de su casa.
¿tiene idea de un campo? Ya lo compró:
una viña que pagó con su trabajo.
Se pone con ardor a trabajar
porque tiene en sus brazos el vigor.
Vio que sus negocios iban bien,
su lámpara no se apagó toda la noche:
sus manos se ocupaban en la rueca,
al huso sus dedos daban vuelta.
Le tendió la mano al pobre,
la abrió para el indigente.
No le hace temer la nieve por los suyos
porque todos tienen abrigos forrados.
Para ella se hizo cobertores,
y lleva un vestido de lino y de púrpura.
Su marido es conocido entre los oficiales,
porque se sienta entre los ancianos del país.
Vende telas que ha teñido,
hasta el comerciante le compra un cinturón.
Va irradiando salud y dignidad,
mira con optimismo el porvenir.
Lo que dice es siempre muy juicioso,
tiene el arte de transmitir la piedad.
Atenta a las actividades de su mundo,
no es de aquellas que comen sin trabajo.
sus hijos quisieron felicitarla,
su marido es el primero en alabarla:
"¡Las mujeres valientes son incontables,
pero tú a todas has superado!"
¡El encanto es engañoso, la belleza pasa pronto,
lo admirable en una dama es la sabiduría!
Reconózcanle el trabajo de sus manos:
un público homenaje merecen sus obras.





Comentario extraido de la Biblia Latinoamericana:


En tiempos recientes se fundó el Día de la Madre para celebrar a las que gastan su vida en las tareas sin brillo del hogar, construyendo por medio de sus sacrificios y de su cariño lo mejor de nuestro mundo. El poema que cierra el libro de los Proverbios tiene un enfoque semejante.


No es pura casualidad que este poema concluya el libro de los Proverbios. La sabiduría de Israel no era, como lo es hoy, la filosofía, una reflexión intelectual muy aparte de la vida concreta, con muy poca preocupación por descubrir las razones del vivir. Ser sabio era, en primer lugar, saber organizar su vida, como se dice de Salomón. Y, de hecho, las mujeres tienen a menudo un rol predominante en todo lo que constituye un hogar feliz y permite que se formen en él personas que creen en la vida, capaces de servir al mundo.


Se enuneran las múltiples actividades de la mujer. Un hogar feliz y próspero resulta de un conjunto de atenciones y trabajos que muchas veces no se hacen resaltar ni se agradecen. En Israel dominaban los hombres. La mujer trabajaba más que el hombre. Mientras los hombres discutían sin fin "a la puerta" de su pueblo problemas para ellos muy importantes, ella cargaba con todos los trabajos, atendía la casa y el huerto, y criaba a los niños. Este poema invita a los maridos a celebrar a su esposa y a tenerle gratitud.


Comentario editorial:
Como podemos deducir, todos los tiempos han tenido en la mujer una protagonista indispensable en la construcción de una familia y una participante activa en la sociedad. También podemos constatar que algunas cosas han cambiado: ya no usamos la rueca, casi ni cosemos ni tejemos las prendas que usamos - la sociedad de consumo nos acostumbró al "use y tire"- y tampoco arreglamos lo que se rompe pero, otras cosas siguen igual e incluso han mejorado: la mujer se ha convertido en una emprendedora y pone en marcha proyectos de fabricación y consumo, busca créditos para llevar adelante su emprendimiento, reinvierte y aumenta sus ganancias. En este sentido hemos progresado y somos un baluarte y sostén del hogar a la par de los varones.


Pero hay un punto en el que tendríamos que detenernos a pensar si realmente en algunas etapas de nuestra vida, no habrá algunas cuestiones a las que tenemos que dar mayor importancia, por ejemplo, la educación de los hijos. Es difícil hoy atender a todas las tareas que nos proponemos realizar porque nos desgastamos en el intento pero, hay una que, a mi entender, no podemos delegar porque de ella depende la vida de las futuras generaciones y la construcción de una nación, me refiero a acompañar a los hijos en su crecimiento, ayudarlos con sus tareas escolares, incentivarlos para que comiencen a descubrir en la vida lo que verdaderamente tiene valor y le da sentido: lo bueno, lo verdadero, lo bello.


Quizá haya etapas en las que deberemos parar y postergar, por un tiempo al menos, esas tareas que nos insumen mucho tiempo fuera de casa, quizá haya que ajustar el presupuesto para que alcance a cubrir todas las necesidades importantes y aplazar algunas compras menos necesarias para otro momento, no se, cada familia tiene sus prioridades y sabrá como acomodarse a la situación, lo que no tenemos que permitirnos es no dialogar en familia sobre estos temas buscando juntos un camino.


La mujer de la que nos habla el poema, tiene esposo, y ese esposo reconoce lo que ella hace y está atento a sus necesidades, la consulta porque lo que ella dice es muy juicioso: ¿cuántas veces nos consultan los esposos sobre algún tema que atañe a la familia y por comodidad dejamos la resolución solamente en sus manos?. ¿Cuántas veces también los esposos deciden por sí mismos sin consultarnos?; todavía queda en nuestra cultura un bache: hay mucha confusión respecto de la situación actual de la mujer por parte de algunos hombres y también una confusión por parte de algunas mujeres, sobre todo de las feministas, que pretenden vivir al margen de los hombres arrogándose las mismas cualidades y roles que los mismos sin advertir la necesidad de la complementariedad.[1]


Mientras hoy la mujer logró un espacio personal de protagonismo social, lo cual es indudablemente un logro increíble, se ha alejado también un poco de su función materna irreemplazable que implica la educación y crianza de los hijos y también el rol de acercar a éstos al padre ayudando a que forjen su autonomía.


Quizá ésto que hacemos desde aquí, sea un ejemplo de cuánto podemos reflexionar sobre nuestra situación actual, cualquiera sea ella, a la luz de la Palabra de Dios, que sigue siendo siempre actual. En este caso, tomamos una lectura del Antiguo Testamento: Proverbios 31, 10-31 y nos sirvió para reflexionar sobre el rol de la mujer en la familia y en la sociedad.


[1] "La mujer- en nombre de la liberación del "dominio" del hombre- no puede tender a apropiarse de las características masculinas, en contra de su propia "originalidad" femenina. Existe el fundado temor de que por este camino la mujer no llegará a "realizarse" y podría, en cambio, deformar y perder lo que constituy su riqueza esencial. Los recursos personales de la femineidad no son ciertamente menores que los recursos de la masculinidad; son sólo diferentes" (Juan Pablo II Mulieris Dignitatem)

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