miércoles, 19 de marzo de 2008

El diálogo en terapia intensiva


Me gustaría que analizáramos qué tipo de diálogo estamos hoy acostumbrados a entablar, si se trata verdaderamente de un diálogo o simplemente emitimos e intercambiamos monólogos.

Si observamos con atención, advertiremos que estamos dentro de esto último, intercambiamos monólogos y lo que es peor, muchas veces interrumpimos el desarrollo de uno de ellos para intervenir con el nuestro superponiéndonos al monólogo del otro.

Me ha ocurrido presenciar y participar en estos intercambios, inclusive dentro de la familia, y a la pregunta de por qué no podemos esperar que el otro acabe con lo que estaba diciendo, la respuesta es: "porque si no, me olvido lo que tengo que decir".

Evidentemente algo pasa por lo cual tenemos tanta necesidad de hablar, poca capacidad para escuchar y nada de paciencia para esperar el momento adecuado para decir lo queremos. El diálogo está enfermo, decía el otro día un experto en estos temas en un taller que tuve ocasión de participar, y planteaba la necesidad de la sanación del diálogo.

El diálogo enfermo

Lo primero que encontramos en un diálogo enfermo es que cada actor del mismo tiene un monólogo para aportar y cuando no se siente escuchado, ya sea en el entorno familiar o laboral, comienza a sostener conversaciones bilaterales con otras personas, quejándose de que no es escuchado, poniéndose en el papel de víctima y dejando al otro (que puede ser su cónyuge por ejemplo) en el papel de victimario.

El diálogo se enferma cuando no escuchamos pero...¿ por qué no escuchamos?... porque:

No hay tiempo para conversar: nos falta el espacio adecuado, sin interferencias

No nos importa: estamos tanto en nuestras cosas que, lo que el otro nos diga no nos importa. En realidad esta actitud esconde una desvalorización del otro.

Estamos escuchando nuestros propios ruidos: a veces es tan fuerte nuestro monólogo que nos impide escuchar a los demás.

No damos espacio: nadie se reserva tiempo ni espacio para dialogar Los matrimonios, por ejemplo, llegan del trabajo y lo primero que hacen es intercambiar información creyendo que eso es dialogar.

Tenemos un casette colocado: para cada pregunta tenemos una respuesta elaborada, desde nuestros principios morales, por ejemplo, y respondemos desde lo que nos parece, sin advertir que al otro no le sirve de nada ni tenemos en cuenta lo que tiene para aportar.

Si no escuchamos, mal interpretamos lo que otro nos dice, o nos hacemos los que no interpretamos porque lo que nos dice no coincide con lo que queremos escuchar. Así vamos juzgando, clasificando y acumulando motivos para sacar relucir viejas facturas en cualquier momento y emitiendo juicios que luego no se borran fácilmente. La defensa y el ataque es otro signo de que el diálogo está enfermo.
No escuchamos, malinterpretamos, acusamos, reprochamos y lo que triunfa es el egoísmo, estamos tan centrados en nosotros mismos que no podemos escuchar y esta postura nos llevará indefectiblemente al desencuentro con los demás.

No escuchar - Malinterpretar- Reprochar =Desencuentro= Diálogo enfermo

El diálogo sano

En primer lugar se caracteriza por la escucha- te escucho y me escuchas-. La escucha se tiene que dar en el campo físico, psicológico, espiritual, se escucha a TODA la persona con TODA nuestra persona.
Tenemos que escuchar con todo lo que somos y tener en cuenta y escuchar al otro con todo lo que es el otro.

Diferencia entre oir y escuchar

A veces creemos que oir y escuchar es lo mismo pero, para escuchar tenemos que afinar el oído, tenemos que hacer la gimnasia de escuchar con tiempo, espacio, etc, con todo nuestro oído. El oído se educa para escuchar.
También tiene que darse una escucha psicológica, aprendiendo a manejar conocimientos, emociones y sentimientos, nuestros y de los demás porque, si no podemos percibir los sentimientos de los demás, no los podemos escuchar.

La escucha espiritual

Se establece desde la experiencia y la compasión, hablando desde la sabiduría y desde la experiencia personal . Compasión no es lo mismo que lástima, es sentir la misma pasión que el otro, si sufre, sufro con él, si goza, gozo con él.
Escuchar es ponernos en el lugar del otro, lo cual nos puede llevar a un desgaste personal. No hay ámbito en el que se pueda encontrar un diálogo completamente sano. El diálogo implica reciprocidad, escucho y que me escuchen.
Si la escucha funciona, llegamos a la etapa de la reflexión que es lo contrario de la malainterpretación. Aquí interviene la renuncia y la aceptación ordenando emociones y sentimientos.
Si quiero escuchar deberé renunciar a muchas cosas mías, no decirle al otro lo que quiere escuchar. No predicar mi mensaje. No bajar línea. La respuesta tendrá que surgir de la reflexión buscando poner las cosas en su lugar.

Para resumir:


Escucha - Reflexión - Respuesta = Encuentro = Diálogo sano

Si advertimos que en nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo, en nuestras comunidades, están generándose desencuentros, será el tiempo de analizar qué tipo de diálogo estamos generando y, si necesita ser sanado, tendremos que hacer el esfuerzo de tratar de corregir el modo de comunicarnos, no es una tarea sencilla pero vale la pena intentarlo para ganar en paz y confianza mutuas. Quizá necesitaremos que nos ayuden en esta tarea, quizá sea hora de llamar a quien se ocupe de realizar algún taller de diálogo, la manera la encontrará cada uno que se preocupe y advierta que algo está fallando y que puede ser mejorado.

María Inés Maceratesi

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