La cuestión de la ciudadanía en Argentina
¿Cómo definir el problema de la ciudadanía en nuestro país? ¿Qué características tiene? ¿Cuál es su impacto?
La cuestión de la ciudadanía en nuestro país puede definirse en dos sentidos complementarios. Es posible pensarlo, en primer lugar, como una carencia, un “déficit de ciudadanía” en la sociedad Argentina. A la vez, puede expresarse en términos de la existencia en el país de una “democracia de baja intensidad”.(1)
Pero nuestra sociedad está despertando, y eso es muy bueno, porque hasta ahora todo se esperaba de aquéllos que llegaban al poder luego de haber transitado por varios caminos y de haber hecho innumerables y "convenientes" alianzas para lograrlo. Hoy el escenario es otro.
Si bien transitamos por un tiempo deficitario en cuanto a la participación ciudadana, con una sociedad que se encuentra muy fragmentada y con una gran dificultad para organizarse y permanecer a pesar de las dificultades, surge el deseo de imaginar y soñar con un proyecto de país; y también afloran algunas estrategias para asumir la crisis de ciudadanía que padecemos.
Los últimos años de vida democrática están atravesados por la dificultad para construir una sociedad civil fuerte, que pueda generar mediaciones que luego se transformen en políticas públicas beneficiosas para la sociedad toda.
Los partidos políticos que siempre tuvieron una mayoría de adherentes, están desprestigiados y la constitución de nuevas formas de representatividad aún no logran echar raíces y se traducen en propuestas de carácter transitorio, sin la fuerza necesaria para perdurar a través del tiempo.
Los sindicatos, otra de las mediaciones que gozaba de poder político, se encuentran también con propuestas obsoletas que ya no convencen y no son capaces de adaptarse a los tiempos actuales.
Sin embargo, sería injusto no reconocer que en la sociedad argentina, cientos de miles de hombres y mujeres están descubriendo y ejercen, dentro de sus posibilidades y de las restricciones que el escenario impone, su capacidad y necesidad de participación.
Y en primer lugar, esa participación se hace evidente a partir del ejercicio de la solidaridad, en un sin fin de organizaciones de todo tipo (ONG, Asociaciones barriales, grupos de autoayuda, grupos de reflexión política,iglesias etc.) generando fortaleza para pasar de la protesta a las propuestas, yendo de lo local a lo nacional, regional y global, de lo micro a lo macro pero, sin perder la especificidad ni la identidad propias.
Transformar la solidaridad en ciudadanía es el desafío, y para ello es imprescindible el acceso a la formación integral: humana, civil y política.
Solo la formación es capaz de proveer a los líderes de organizaciones sociales herramientas para reconstituir mediaciones e instituciones que garanticen los valores y remedien la fragmentación fortaleciendo la ciudadanía.
Las disputas por el sentido de la solidaridad y la participación ciudadana en la sociedad argentina actual son muy fuertes. La pregunta que puede surgir es la siguiente: ¿la solidaridad y la participación son semilla para la generación de un proyecto de país más justo y democrático o simplemente se constituyen en una curiosidad en un país con más de la mitad de su población bajo la línea de pobreza?.
Y para evitar estos brotes espasmódicos de "solidaridad" y de "participación" atendiendo la emergencia solamente en ocasiones, es que las organizaciones sociales necesitan urgentemente, abordar la formación de la ciudadanía. Es notorio que la ciudadanía responde a los llamados solidarios y participa a través de diferentes formas de voluntariado, enfrentando y luchando contra el hambre, y paliando situaciones urgentes. Esto indica que es imperioso asumir la cuestión de la ciudadanía como central y superadora paara abordar la crisis.
Argentina atravesó y atraviesa muchas crisis, a veces superpuestas y a largo plazo, lo cual se encuadra dentro de una situación internacional delicada y peligrosa, con la licuación de la credibilidad de los actores políticos tradicionales, que necesita asumir una fuerte y decidida "opción por la sociedad" a largo plazo también, lo cual requiere el abandono definitivo de recetas y medios que ya mostraron su agotamiento, tanto en lo económico como en lo político.
Es necesario asumir que en la acción social y la promoción de la participación, es necesario apostar a nuevos mecanismos y modalidades de trabajo. Para decirlo con relación a eventos recientes, la consigna “que se vayan todos, que no quede uno solo”, es en algún punto un mensaje de la sociedad no sólo y no tanto quizás para los políticos, sino para ella misma: en el fondo, estamos diciendo y descubriendo que “debemos irnos”, todos, de ciertas maneras de pensar y hacer lo social en Argentina. Y descubrir nuevos territorios
La continuidad de la expoliación de las riquezas del país, la dominación política, el enflaquecimiento de la democracia, la destrucción de los lazos culturales, es la puerta abierta a modalidades de violencia “de arriba y de abajo”, tanto a partir del crecimiento de la represión y el autoritarismo por parte del poder político, como de la violencia cotidiana y la inseguridad urbanas sembradas con efectividad por un modelo y unas políticas que desconocen estructuralmente el valor de la vida y el reconocimiento del otro
Si como sociedad no “optamos por la sociedad”, o sea por nosotros mismos, y si esa opción no empieza por asumir la tarea ética de la inclusión de los gigantescos sectores de la población que van quedando fuera de las condiciones mínimas de dignidad y vida, repetiremos, ahora en forma de comedia, la tragedia que vivimos como país desde hace más de 30 años.
Y si esta opción no se asume como proyecto, como una dinámica más allá del voluntarismo ciego y más acá de la pasividad hipercrítica, estaremos aportando al ciclo de la decepción y el fracaso de los proyectos de un país donde todos entren
Y lo dijimos ya en otras ocasiones: que el compromiso, la perseverancia y la tolerancia son valores prioritarios para emprender un camino de construcción de ciudadanía, valores que, como otros que nos sirven para transitar una vida digna, se adquieren en primer lugar en la familia, a través de la palabra y el testimonio que los adultos dan a los niños.
Es durante la niñez que se siembra el deseo de verdad, de justicia y de paz y se sueña con un mundo en el que todos podamos compartir los bienes de la tierra, y ejercer el derecho a la educación, al trabajo, a la inclusión social, a expresar sin censura nuestras ideas y a profesar libremente nuestra fe.
Fuente: (1) Centro Nueva Tierra
Pero nuestra sociedad está despertando, y eso es muy bueno, porque hasta ahora todo se esperaba de aquéllos que llegaban al poder luego de haber transitado por varios caminos y de haber hecho innumerables y "convenientes" alianzas para lograrlo. Hoy el escenario es otro.
Si bien transitamos por un tiempo deficitario en cuanto a la participación ciudadana, con una sociedad que se encuentra muy fragmentada y con una gran dificultad para organizarse y permanecer a pesar de las dificultades, surge el deseo de imaginar y soñar con un proyecto de país; y también afloran algunas estrategias para asumir la crisis de ciudadanía que padecemos.
Los últimos años de vida democrática están atravesados por la dificultad para construir una sociedad civil fuerte, que pueda generar mediaciones que luego se transformen en políticas públicas beneficiosas para la sociedad toda.
Los partidos políticos que siempre tuvieron una mayoría de adherentes, están desprestigiados y la constitución de nuevas formas de representatividad aún no logran echar raíces y se traducen en propuestas de carácter transitorio, sin la fuerza necesaria para perdurar a través del tiempo.
Los sindicatos, otra de las mediaciones que gozaba de poder político, se encuentran también con propuestas obsoletas que ya no convencen y no son capaces de adaptarse a los tiempos actuales.
Sin embargo, sería injusto no reconocer que en la sociedad argentina, cientos de miles de hombres y mujeres están descubriendo y ejercen, dentro de sus posibilidades y de las restricciones que el escenario impone, su capacidad y necesidad de participación.
Y en primer lugar, esa participación se hace evidente a partir del ejercicio de la solidaridad, en un sin fin de organizaciones de todo tipo (ONG, Asociaciones barriales, grupos de autoayuda, grupos de reflexión política,iglesias etc.) generando fortaleza para pasar de la protesta a las propuestas, yendo de lo local a lo nacional, regional y global, de lo micro a lo macro pero, sin perder la especificidad ni la identidad propias.
Transformar la solidaridad en ciudadanía es el desafío, y para ello es imprescindible el acceso a la formación integral: humana, civil y política.
Solo la formación es capaz de proveer a los líderes de organizaciones sociales herramientas para reconstituir mediaciones e instituciones que garanticen los valores y remedien la fragmentación fortaleciendo la ciudadanía.
Las disputas por el sentido de la solidaridad y la participación ciudadana en la sociedad argentina actual son muy fuertes. La pregunta que puede surgir es la siguiente: ¿la solidaridad y la participación son semilla para la generación de un proyecto de país más justo y democrático o simplemente se constituyen en una curiosidad en un país con más de la mitad de su población bajo la línea de pobreza?.
Y para evitar estos brotes espasmódicos de "solidaridad" y de "participación" atendiendo la emergencia solamente en ocasiones, es que las organizaciones sociales necesitan urgentemente, abordar la formación de la ciudadanía. Es notorio que la ciudadanía responde a los llamados solidarios y participa a través de diferentes formas de voluntariado, enfrentando y luchando contra el hambre, y paliando situaciones urgentes. Esto indica que es imperioso asumir la cuestión de la ciudadanía como central y superadora paara abordar la crisis.
Argentina atravesó y atraviesa muchas crisis, a veces superpuestas y a largo plazo, lo cual se encuadra dentro de una situación internacional delicada y peligrosa, con la licuación de la credibilidad de los actores políticos tradicionales, que necesita asumir una fuerte y decidida "opción por la sociedad" a largo plazo también, lo cual requiere el abandono definitivo de recetas y medios que ya mostraron su agotamiento, tanto en lo económico como en lo político.
Es necesario asumir que en la acción social y la promoción de la participación, es necesario apostar a nuevos mecanismos y modalidades de trabajo. Para decirlo con relación a eventos recientes, la consigna “que se vayan todos, que no quede uno solo”, es en algún punto un mensaje de la sociedad no sólo y no tanto quizás para los políticos, sino para ella misma: en el fondo, estamos diciendo y descubriendo que “debemos irnos”, todos, de ciertas maneras de pensar y hacer lo social en Argentina. Y descubrir nuevos territorios
La continuidad de la expoliación de las riquezas del país, la dominación política, el enflaquecimiento de la democracia, la destrucción de los lazos culturales, es la puerta abierta a modalidades de violencia “de arriba y de abajo”, tanto a partir del crecimiento de la represión y el autoritarismo por parte del poder político, como de la violencia cotidiana y la inseguridad urbanas sembradas con efectividad por un modelo y unas políticas que desconocen estructuralmente el valor de la vida y el reconocimiento del otro
Si como sociedad no “optamos por la sociedad”, o sea por nosotros mismos, y si esa opción no empieza por asumir la tarea ética de la inclusión de los gigantescos sectores de la población que van quedando fuera de las condiciones mínimas de dignidad y vida, repetiremos, ahora en forma de comedia, la tragedia que vivimos como país desde hace más de 30 años.
Y si esta opción no se asume como proyecto, como una dinámica más allá del voluntarismo ciego y más acá de la pasividad hipercrítica, estaremos aportando al ciclo de la decepción y el fracaso de los proyectos de un país donde todos entren
Y lo dijimos ya en otras ocasiones: que el compromiso, la perseverancia y la tolerancia son valores prioritarios para emprender un camino de construcción de ciudadanía, valores que, como otros que nos sirven para transitar una vida digna, se adquieren en primer lugar en la familia, a través de la palabra y el testimonio que los adultos dan a los niños.
Es durante la niñez que se siembra el deseo de verdad, de justicia y de paz y se sueña con un mundo en el que todos podamos compartir los bienes de la tierra, y ejercer el derecho a la educación, al trabajo, a la inclusión social, a expresar sin censura nuestras ideas y a profesar libremente nuestra fe.
Fuente: (1) Centro Nueva Tierra
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