jueves, 6 de septiembre de 2007

Volver a comenzar desde Dios



Para detenernos en el diario caminar y mirarnos adentro, nos viene muy bien esta meditación "incisiva" del Cardenal Martini que nos ayudará a volver a lo esencial.

Volver a comenzar desde Dios

Sí, estoy convencido: hay que volver a empezar desde Dios, desde lo esencial, desde lo que únicamente cuenta, desde lo que da ser y sentido a todo.
La Iglesia que habla con frecuencia de solidaridad, de justicia social, etc. ¿sabe todavía hablar de Dios?.

Volver a empezar de Dios quiere decir saber que nosotros no lo vemos, pero creemos en Él, y lo buscamos como la noche busca la aurora. Quiere decir, pues, vivir para uno mismo la santa inquietud de una búsqueda incansable del rostro oculto del Padre, y contagiarla a los demás.
Hemos de denunciar a nuestros contemporáneos la miopía de contentarse con todo lo que no es Dios, con todo lo que puede convertirse en ídolo. Dios es más grande que nuestro corazón, Dios está más allá de la noche.

Volver a empezar desde Dios quiere decir confrontar con las exigencias de su primacía cuanto somos y cuanto hacemos: sólo Él es la medida de la verdad, de la justicia, del bien. Quiere decir volver a la verdad de nosotros mismos, renunciando a hacernos la medida de todo, para reconocer que sólo Él es la medida que no pasa, el áncora que da fundamento , la razón última para vivir, amar, morir. Quiere decir mirar las cosas desde Arriba, ver el Todo antes que la parte, partir de la Fuente para comprender las corrientes de agua.

Volver a empezar desde Dios quiere decir medirse según Jesucristo, y por tanto, inspirarse continuamente en su Palabra, en sus ejemplos, tal como nos lo presenta el Evangelio.
Quiere decir entrar en el corazón de Cristo que llama a Dios "Padre".
El Evangelio, cuando se lee con espíritu de fe y de oración, nos remite a un Dios que está siempre más allá de nuestras expectativas, que supera y desconcierta nuestras previsiones.

Volver a partir desde Dios quiere decir abandonar al soplo del Espíritu nuestro inquieto corazón, perseverar en la noche de la adoración y la espera. El Dios con nosotros es el Dios que puede ayudarnos a encontrar las verdaderas razones para vivir, y vivir juntos.
Volver a empezar de Dios significa reconocer que estamos en el corazón de Dios para una experiencia de fe y de amor vividos; reconocer que hemos nacido para aprender y amar más, para ir más allá de los límites de nuestras comodidades y de nuestras pequeñas metas.

Volver a empezar de Dios significa peregrinar hacia Él abriéndonos al don de su Palabra, dejándonos reconciliar y transformar por su gracia. No existe otro puerto de paz, otra fuente de vida que venza la muerte. Sólo el Dios de la vida sabe dar reposo a nuestro inquieto corazón; sólo Él puede librarnos del miedo a amar, y contagiarnos el coraje de opciones de libertad de nosotros mismos, de servicio a los demás. Sólo quien se sabe amado por Dios vivo, más grande que nuestro corazón, vence el miedo y vive el gran viaje, el éxodo de sí mismo si retorno, para caminar hacia los otros, hacia el Otro.

Esta experiencia de paz y de reconciliación interior la hacemos, sobre todo, cuando damos a Dios tiempos gratuitos de oración, de silencio, de audición de la Palabra; cuando somos fieles a la oración diaria, sin prisas, con calma, con amor; cuando dedicamos a Dios, con gozo, el tiempo de la Misa dominical; cuando dejamos que de nuestros labios brote la alabanza al Padre, el agradecimiento por las cosas bellas que nos da, por las personas que encontramos y también por los acontecimientos dolorosos cuyo sentido no captamos de inmediato.

Llevar en el corazón al Eterno, y al mismo tiempo, el desafío más profundo y la oferta más grande que puede vivirse: testimoniar esta primacía de Dios es la tarea más alta que los creyentes podemos realizar en este tiempo de cambio e inquietud.

(De una carta pastoral del Cardenal Carlo María Martini, arzobispo de Milán, septiembre de 1995)

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