El 21 de Agosto se celebra el día del Catequista y como tal, me preguntaba qué publicar para contribuir de algún modo a la reflexión en un tiempo tan difícil como el que transitamos, en el cual muchas de nuestras palabras ya no expresan algo que nos ayude a crecer como personas y como sociedad.
Por todos los medios de comunicación estamos viendo y escuchando noticieros, programas, entrevistas, que nos desconciertan y nos llenan de incertidumbre y desesperanza.
Ante tanta mentira, simulación, incoherencia, me pregunto como catequista ¿en qué estoy contribuyendo para construir un mundo donde reine la paz, la justicia, la dignidad, el amor y la esperanza?; y llego a la conclusión que más que mis palabras, que nuestras palabras, queridos catequistas, tenemos que ayudar a quienes acuden a nosotros, a interpretar los signos de los tiempos a la luz de la Palabra de Dios.
Encontré esta reflexión del Obispo de Tánger que me pareció adecuada para este día, con ella les deseo...
¡Feliz día del Catequista!
Has sido llamado a decir palabras de Dios
Porque eres profeta, eres un desarraigado: “Soy pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel”.
Porque eres profeta, vives a la escucha de Dios: “Voy a escuchar lo que dice el Señor”. Alguien escribió: “Las ideologías no son mutables; pueden imponerse con vigor, pueden conquistar países e idiomas, pero carecen de oído”1.
Me asalta la sospecha de que los llamados a ser profetas del Altísimo nos reducimos una y otra vez al papel de ideólogos de Dios y de la religión, ideólogos carentes de oído, mera apariencia de profetas.
Si escuchas como profeta, como orante, como hijo, descubrirás que “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos”; que la salvación, la que sólo él puede ofrecer, “está ya cerca de sus fieles”; que “la misericordia y la fidelidad” se han encontrado, y “la justicia y la paz” se han besado.
Si escuchas como profeta, tendrás que hablar de lluvia que baja del cielo y de cosechas que nacen de la tierra. Hablarás de bendiciones recibidas, de elección para el amor, de redención y de perdón, de tesoros de gracia y sabiduría y prudencia, de una herencia con Cristo que sabes iniciada en el amor con que vives, y que verás cumplida en la comunión perfecta que esperas alcanzar.
Si escuchas como profeta, saldrás a los caminos de los hombres sin pan, ni alforja, ni dinero en la faja; saldrás con la palabra del que te envía, con el pan de su vida para repartir, con su autoridad para liberar, con el aceite de su misericordia para curar.
“Dichosos los que viven en tu casa, Señor de los ejércitos, rey y Dios mío”, gorriones y golondrinas que han encontrado un nido al abrigo de tu presencia. Dichosos, Señor, los hombres y mujeres que viven a la escucha de tu palabra. Dichosos, Señor, tus profetas.
Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger
Fuente: Periodista Digital/Religión Digital
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