Una manera de favorecer las intercomunicaciones
¿Quién no ha dicho, alguna vez, frente a un intercambio de ideas: “lo que pasa es que no me estás escuchando”? ¿Quién no ha recibido esto como sentencia?Saber escuchar no es fácil, y no todos escuchan. A lo sumo, oyen. ¿Eres uno de ellos?
Entre el oír y el escuchar, la diferencia reside en la intención. El primero sucede independientemente de nuestra voluntad, no así el segundo, que encierra una intencionalidad.
La buena comunicación, la comunicación positiva, la sana comunicación entre dos o más personas demanda la escucha activa. No de uno, sino de todos los involucrados.
Existen diferentes tipos de escucha que dependen de la atención que se presta a quien comunica. Ésta puede ser apreciativa, cuando se escucha sin poner atención. Oyendo más por obligación que por convicción. Cuando se atiende sólo a una parte del mensaje; aquélla que la persona considera más importante es la escucha selectiva. Si se centra más en el fondo que en la forma se habla de una escucha discernitiva.
Al separar la emoción de la información que se recibe, el tipo de escucha se vuelve analítica. Mediante la escucha empática, interpretamos el mensaje a través del mundo del emisor.
Por último, la escucha activa.La escucha activa forma parte de técnicas para una comunicación eficaz. Debemos tener presente que la eficacia difiere de la eficiencia en el sentido de que la eficiencia hace referencia a la mejor utilización de los recursos, en tanto que el ser eficaz apunta a la capacidad para alcanzar un objetivo. La meta aquí sería escuchar y comprender la comunicación desde el punto de vista del que habla. Esto exige un esfuerzo mayor que el que se hace cuando se habla.
La escucha activa es la habilidad de escuchar no sólo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo. Es captar, en lo verbal y en lo no verbal, también aquello que no se está diciendo.
La escucha activa implica adueñarse de la totalidad del mensaje e interpretarlo desde el punto de vista de nuestro interlocutor.“La escucha activa requiere un disciplinado esfuerzo para silenciar toda esta conversación interna, mientras tratamos de escuchar a otro ser humano. Requiere un sacrificio, el máximo esfuerzo por nuestra parte, para bloquear un ruido y entrar realmente en el mundo del otro, aunque sólo sea por unos minutos.
La escucha activa consiste en tratar de ver las cosas como el que habla las ve, y tratar de sentir las cosas como el que las habla las siente. Esta identificación con el que habla tiene que ver con la empatía y requiere un esfuerzo más que considerable” (James Hunter, La Paradoja).Sin lugar a dudas, la escucha activa debe convertirse en un hábito positivo.
Este tipo de escucha se aprende y, para aprender, se debe tener disposición. Este entrenamiento permitirá conseguir un grado de empatía con el otro para hacerle saber que se es capaz de ponerse en su lugar, sin que esto signifique aceptar o estar de acuerdo con lo que expresa.
Frases del tipo “entiendo lo que dices”, mostrarán esta actitud.Consecuentemente, el interlocutor adquirirá la confianza necesaria para un sinceramiento, además de sentirse valorado, facilitando, así, que se eliminen tensiones.Esto es muy importante en ambientes laborales, donde el estrés se está transformando en el obstáculo principal de las comunicaciones.
Ángel Antonio Marcuello García, jefe del Gabinete de Psicología de la Escuela de Especialidades Antonio de Escaño (Ferrol-La Coruña), aconseja que, para obtener una buena escucha activa, debe evitarse:
• Distraerse. Alimentar constantemente la atención
• No interrumpir al que habla.
• No juzgar.
• No ofrecer ayuda o soluciones prematuras.
• No rechazar lo que el otro esté sintiendo, por ejemplo: "no te preocupes, eso no es nada".
• No contar "tu historia", cuando el otro necesita hablarte.
• No contraargumentar. Por ejemplo: el otro dice "me siento mal", y tú respondes "yo también".
• Evitar el "síndrome del experto": ya tienes las respuestas al problema de la otra persona, antes, incluso, de que te haya contado la mitad.
Queda más que claro que el escuchar no es algo pasivo. La escucha consciente no sólo proporciona beneficios a quien habla, sino también a quien escucha. En primer lugar, se capta toda la información sin ningún tipo de rechazo, y es, por excelencia, la escucha que espera el otro. Esto hace que una persona sea el centro de atención y confidente de muchas otras personas. Favorece las relaciones positivas, al llegar al fondo de los conflictos y las crisis; otorga seguridad, ya que los interlocutores perciben que sus mensajes han sido comprendidos perfectamente. Por sobre todo, provoca respeto tanto en uno como en otro, que es la base de una convivencia asertiva y de una sociedad que acepta la diversidad.
por Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
Fuente: Revista San Pablo on line
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