jueves, 13 de enero de 2011

La caída del padre en la sociedad de los vínculos rotos



¿La muerte de los límites?
por Dario Dejesús
Psicólogo

Hay una ruptura entre el padre y los hijos, es el origen de la decadencia cultural, de una caída que marca nuestra relación con el medio ambiente, con el otro y perpetúa el derrumbe de las instituciones en una crueldad enfermiza. Qué lleva a inventar un padre, desde los hijos, para instrumentar un incapaz que pueda reconciliarse con la cultura. Es ahí en donde Homero, el personaje de Los Simpson, nos dice todo sobre la cultura. No es papá, es sólo Homero, “casi un par”.

Destruir una ley es destruir un poder para que se distribuya otro tipo de saber. El circo de la puesta en escena de un agrupamiento sin fraternidad. El discurso de una aldea global.

El universo de imágenes profana cualquier tipo de deidad paterna estableciendo una posición desde lo netamente imaginario. Por eso, es coherente vivenciar una sociedad del espectáculo y una sociedad voyerista. Se descarna la ley del padre para que sea una ley totalmente inmaterial, sólo imagen, desde los referentes de la transitoriedad. Personajes que nos personifican y representan una posibilidad. Figuras de barro que se desacreditan y denigran la viabilidad de un adulto emocionalmente maduro.

La identificación permite la internalización de la prohibición. ¿Con quién se identifica el niño, el adolescente del siglo 21?

La sociedad provee de ideales que sirven de punto de referencia para una identidad social que propulsa al individuo a una función social. Con este proceso de crisis en la subjetividad, podemos entender por qué la sociedad está produciendo jóvenes sin responsabilidad, apáticos o violentos. Una modalidad corrosiva de recrear sujetos enajenados, extranjeros de su propio espíritu. Extraños a sí mismos.

El cambio es el mejor aliado en esta sociedad sin sustancias que puedan posibilitar la necesidad de la discontinuidad como razón para una argumentación del resentido. No sólo aparece el sinsentido como valor: hay tantos programas de televisión que hablan de banalidades que son importantes. Nos está colonizando la economía de la pobreza de mensajes. La elocuencia ha desaparecido, y lo chabacano se derrama en todos los medios de difusión masiva.

El hijo se transforma en el responsable de ser hijo. ¿Qué futuro padre será este hijo? Más allá de que se constituya una sociedad incestuosa, con nada prohibitivo que pueda atravesarlo, ante la ausencia de una ley que asuma la autoridad de mayor jerarquía, se funde todo en una política de igualdad.

Junto con la no aceptación de la ley, se produce la caída de cualquier autoridad. No pueden existir certezas, convicciones ni estructuras. La muerte del padre, la imposibilidad de la ley, la no internalización de la ley. La imposibilidad de los límites.

Como cristianos, debemos hacer una reflexión acción, posicionarnos con otra postura frente a la vida. Debemos navegar, como padres, en el océano de la disconformidad que pueden manifestar nuestros hijos, porque nosotros sí queremos ser sus padres; y sabemos que un no a tiempo es saludable.

Soportarnos nosotros mismos en el lugar de padres, lo suficientemente padres, lo necesariamente padres. No compinches, ni amigos. Diferentes, pero cercanos. Amigables. No hay reglas fijas para todas las familias, pero la clave radica en encontrar el punto intermedio entre autoritarismo y permisividad.

Cuando los padres ceden continuamente ante los hijos, éstos no suelen interiorizar el significado de frustración y desconocen cómo enfrentarse a los problemas. Por el contrario, cuando se imponen demasiadas reglas, se corre el riesgo de que los hijos crezcan inseguros y con una personalidad dependiente.

Asimismo, en el dilema de cruce de épocas, nos encontramos con adultos que siguen siendo los hijos obedientes al antiguo autoritarismo de sus padres, que los ha llevado, como disyuntiva no resuelta, a ser padres permisivos, porque no han elaborado su proceso de independencia y siguen cautivos de su padre autoritario.

Por ello, ha de evitarse tanto una conformidad excesiva, como priorizar una relación basada en conductas extremadamente correctivas. Porque nosotros elegimos traerlos a este mundo y que sean parte de un futuro en donde puedan crecer como ciudadanos nobles y al servicio de un Bien Mayor. Porque nosotros no queremos que sean idiotas útiles, que sólo ingieran sin metabolizar los mensajes. Que no se sientan satisfechos con la miseria que pretenden trasmitir como educación. La deformación del sentido, el descreimiento de las instituciones, la destrucción de lo religioso. Queremos que nuestros hijos apuesten a una trascendencia. A valores superiores que la trivialidad.

Bienvenidos al heroico desafío de ser padres en el siglo 21. Pido a Dios que nos ilumine para honrar, con verdadera autoridad, el maravilloso rol de ser padres.

Fuente: San Pablo
Comentario y opinión
Buenísimo artículo que sintetiza lo que nos está pasando a nivel familiar y social. Ya Jaime Barylko había abordado el tema en su libro "El miedo a los hijos" en el que describe esta situación en la que están inmersos muchos padres. Recuerdo que hace poco tiempo asistí a un Congreso Latinoamericano sobre Familia y uno de los expositores destacó que el mayor escollo que hoy tenemos en la mayoría de las sociedades -especialmente las latinoamericanas - es la ausencia del rol paterno, ya ni siquiera se hablaba de padre y madre sino que se asumía que la madre era la que tenía todo el protagonismo y responsabilidad en la educación de sus hijos y, en muchos casos, la que facilitaba que los límites se desdibujaran. Se planteaba que la solución -al menos parcial- pasaba por un ordenamiento de roles y una distribución de permisos y no permisos distribuida y acordada previamente por ambos progenitores. Si queremos volver a tener una sociedad sana y adulta habrá que comenzar por admitir que el padre es muy importante y cumple funciones educativas que no puede suplir la madre. Pero en un mundo donde la igualdad de los sexos se toma ligeramente sin medir las consecuencias que acarrea, se hace un poco difícil la propuesta. En una realidad como la que hoy nos quieren imponer de que la sexualidad se construye, muy poco importante será quien cumple un rol definido. Pero que los niños necesitan un padre hombre y una madre mujer, que me disculpen los que no opinan igual, pero yo no dudo que así debe ser para crecer en salud.
María Inés Maceratesi

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