lunes, 22 de julio de 2013

Clonación y células madre. Un artículo especial para agentes pastorales y educadores en general.

 Por Juan Carlos Meinvielle, sdb


Las células madre

No es necesario ni conveniente, que el catequista se dedique a dar largas explicaciones científicas sobre cuestiones de anatomía. En cambio, sí, es necesario, que tenga ideas claras sintéticamente, sobre las cuestiones esenciales y se dedique a dar razones de nuestra fe, anunciar el Evangelio de la vida y responder a la “lógica de la muerte”. Hay que explicar la doctrina con argumentos claros, responder adecuadamente a las objeciones de los secularistas sin polémicas ni condenas y sin acudir al consabido “esto lo prohíbe la Iglesia”.

Vamos a referirnos a estas cuestiones, evitando explicaciones difíciles, y reflexionando sobre hechos de la vida cotidiana. Todos, alguna vez, nos hemos hecho alguna herida. ¿Y cómo no hemos curado? Prácticamente solos, es decir las heridas cicatrizan, sin problemas. Lo que pasa es que las células se reproducen, se dividen, se diferencian y se multiplican. Hay células madre, que se llaman “células estaminales”, que pueden dar origen a otras y hasta a una cadena de células, que se van multiplicando asombrosamente y podrían no sólo curar heridas, sino regenerar tejidos, órganos y hasta miembros, si las pudiéramos utilizar adecuadamente.

Esto es lo que la ciencia ha estado estudiando últimamente. Cómo cultivar células madre y tejidos celulares, es decir un conjunto de células madre, que puedan dar origen a un corazón, o a un hígado, que sirva para trasplantar a un paciente, utilizando las células de su mismo cuerpo. Hace poco leímos que en Japón, curaron la ceguera de un hombre, regenerando los tejidos dañados de sus ojos, con células madre sacadas de la boca del mismo paciente. Las células se adaptaron perfectamente y comenzaron a reproducirse y el ojo quedó sano. Esas son las maravillas de la naturaleza y del cuerpo humano creado por Dios. Pero ciertamente, hay células madre “adultas”, que van envejeciendo como todo el cuerpo y hay otras “recién nacidas”, los embriones humanos, que tendrían más ventajas y f a c i l i d a d e s que las células adultas. Con éstas ha experimentado preferentemente la ciencia y aseguran un éxito mayor en las experiencias. Pero hay un problema -y aquí es donde entra la ética- ¿qué es un embrión?
Hay células madre, que se llaman “células estaminales”, que pueden dar origen a otras y hasta a una cadena de células.

Fecundación, cigotos y embriones

Cuando nace un ser humano, un cuerpo comienza a formarse en la panza de la mamá, cuando dos células, un espermatozoide y un óvulo, se unen y se fusionan. Un espermatozoide masculino penetra en el óvulo femenino y se fusiona con el núcleo. Esto se llama “fecundación”. A partir de allí comienza un maravillo proceso que durará a lo largo de toda la vida del nuevo ser humano y sólo cesará con su muerte. Las células comienzan a dividirse, a diferenciarse a reproducirse. Primero son dos, luego cuatro, después ocho. Éste nuevo ser, tiene ya una vida propia. No es una parte del cuerpo de la mamá, sino que proviene de los gametos de ambos padres, pero tiene vida propia. A esta vida tenemos que llamarla “vida humana”, porque seguirá esta actividad de acuerdo a un “código genético”, hasta el final de la vida. Las células se dividen y se diferencian. Unas se van convirtiendo en sangre. Otras en carne o en huesos.
En algunos casos puede formarse un nuevo cuerpo, y tendremos entonces gemelos de un mismo óvulo.

Entre los siete y los catorce días, el cigoto o huevo fecundado, que contiene los cromosomas o “semillas” que determinan su sexo y servirán después para la fecundación, sigue desplazándose a través de la trompa, donde el óvulo fue fecundado, y llega al útero y allí se produce la implantación. El óvulo fecundado se fija en la pared del útero, donde encontrará estrógenos, alimento, tejidos, vitaminas etc., que le servirán para seguir creciendo, hasta que nazca el bebé. A partir de ese momento lo comenzamos a llamar “embrión”, porque es un hombre en estado embrionario. Pero pensándolo bien ¿no era también un ser humano, el cigoto desde el momento en que el óvulo fue fecundado y comenzaron a reproducirse las células? ¿No tenía ya un código genético que dirigía la formación de su cuerpo? Algunos médicos dicen que antes de la implantación el cigoto no puede llamarse “persona”, porque no llegará nunca a nacer si no queda implantado. También es posible que aparezcan dos gemelos, por lo cual el cigoto no es todavía “una persona”. Todo esto no está en discusión y es totalmente cierto. Pero lo que no es justo, es llamar al huevo “pre-embrión”, como si no tuviera todavía vida humana y pudiera ser destruido, abortado, utilizado para quitarle las células madre para experimentar con ellas, o simplemente considerarlas “material de descarte genético”, que hasta se podría destinar para fabricar cosméticos.

Los cristianos sostenemos que el embrión es persona desde el primer momento de la fecundación.
Los cristianos sostenemos que el embrión es persona desde el primer momento de la fecundación, o por lo memos debemos afirmar que desde el primer momento hay ya vida humana y que destruirla es faltar al quinto mandamiento.

Terapia genética

La utilización de embriones con fines terapéuticos, es entonces un hecho inmoral, porque se trata de destruir una vida humana. Es prácticamente un aborto. Pero los fines terapéuticos perseguidos son en sí mismos buenos. Lo que es malo es la experimentación o la utilización de la vida humana como medio para conseguir otro fin que no es la curación de la misma persona con la que se trabaja. Por tanto la utilización de células madre adultas no es mala y sería un avance extraordinario para la ciencia poder perfeccionar esta técnica.

Se podrían hacer trasplantes o curar órganos y miembros del cuerpo humano, con células de la misma persona. También se pueden utilizar células de otra persona, que no sean los embriones. Por ejemplo en algunos lugares se guardan los cordones umbilicales, que tienen también células madre jóvenes.

De dónde no se puede sacar embriones
La mayor cantidad de embriones vivos y genéticamente vitales los proporcionan hoy las técnicas de reproducción asistida. Cuando se produce una fecundación artificial, “in vitro”, obtenemos un embrión con las mimas características que el que fue fecundado en forma natural. Pero cuando una pareja quiere tener un bebé por fecundación asistida, no es posible trabajar sólo con un embrión. Los embriones fecundados suelen ser muy débiles y tienen sólo un 20% de probabilidad de llegar al embarazo. Quiere decir que en los procesos de fecundación asistida, el 80% de los embriones fecundados artificialmente, está destinado a morir.

Normalmente utilizan de 10 a 15 embriones. Provocan en la mamá una “estimulación ovárica” y obtienen varios óvulos maduros, que fecundan en probeta. Luego eligen de tres a cinco de los que están en mejores condiciones y los demás los congelan para ir usándolos alternativamente en caso de necesidad. Cuando la operación se lleva a término con éxito, ¿qué pasa con los embriones congelados? ¿Se podrían guardar para volver a embarazar a la mamá en el futuro? ¿O se podría buscar alguna mujer voluntaria, que haga de madre substituta y adopte los embriones? Es todo muy difícil. Pero muchas veces surge la tentación de utilizar los embriones para experimentación o utilizar sus células madre para lograr cadenas de células estaminales. O simplemente destruirlos, cuando pasa el tiempo y pierden vitalidad. Todos saben que en estas operaciones, se está jugando con la vida humana, pero no parece tan grave como “matar”.

Parece lógico en estos casos obrar así y no se advierte que estamos quebrantando el quinto mandamiento. Hay cosas que provocan muerte, pero que parecen “lógicas”. Estamos viviendo una “lógica de la muerte”.

¿Y qué es la clonación de un ser humano?

Según algunos hay dos tipos de clonación: la clonación “reproductiva” y la clonación “terapéu tica”. Con la reproductiva, se trata de “activar” (ya que no se puede llamar “fecundar”) un óvulo artificialmente y no por vía sexual. No se juntan un óvulo y un espermatozoide, sino que se le quita al óvulo el núcleo (información genética materna) y se lo sustituye inyectando en él, una célula no reproductiva de la misma mujer. Con esto el óvulo queda fecundado y se obtiene un embrión que, implantado en el útero de una mujer, seguirá el mismo proceso que uno común hasta dar a luz un ser humano, que llamaremos “clon”, porque (sea hombre o mujer) es genéticamente igual a su reproductora. El “clon”, por tanto, no es propiamente un descendiente del progenitor, sino una fotocopia del mismo. Fue reproducido en forma asexual, sin unión de gametos y sin fecundación.

En cambio, la clonación “terapéutica, -dicenes distinta. Sería el proceso de hacer copias de un fragmento específico de ADN, generalmente de un gen. Cuando los genetistas hablan de clonación, no se refieren al proceso de hacer copias idénticas de todo un organismo.

Las células madre son células capaces de dar lugar a cada uno de los más de 200 tipos de células del organismo. Están presentes en la primeras fases del desarrollo embrionario, pero también pueden conseguirse de células adultas, mediante la clonación terapéutica. Para ello, se toma un óvulo, se saca la información genética, se inserta en su lugar la de una célula del donante -del enfermo- y se activa el huevo para que se desarrolle como si hubiera sido fecundado. Seis días después, el embrión contendrá células madre con el potencial de convertirse en cualquier parte del organismo.

Como estas células tienen el mismo genoma que el donante, después de convertirse en el tejido deseado, se podrían trasplantar al enfermo sin miedo al rechazo Lo que estamos diciendo es que en ambos casos, tanto en la clonación reproductiva como en la terapéutica, el proceso comienza siendo el mismo: se trata de “fecundar” un óvulo mediante “transferencia nuclear”, como hemos visto, y en un caso dejarlo crecer hasta que el “clon” nazca o en el otro, quitarle antes de las dos semanas, las células madre y después destruirlo, con lo que estamos de nuevo en el tema de la “células madre embrionarias, que hemos visto antes.

¿Qué se puede pensar éticamente de la clonación, en cualquiera de los dos casos?

El “clon”, en el caso de llegar a nacer, sería el producto de un donante que no es propiamente su progenitor. No tendría padre ni madre, porque el “clon” no es propiamente hijo de la persona que donó la célula que lo hará genéticamente igual a ella, sino su réplica, un “otro yo genético”.

¿Con qué intenciones se hace la clonación reproductiva? Si es para mejorar la especie, o mantener en el tiempo la personalidad de algún genio o persona importante, estaríamos ante una manipulación de la persona y discriminación muy grave, o un caso de racismo. Si se trata de la clonación terapéutica, sería como utilizar bebés humanos, para obtener piezas de recambio y después eliminarlos. El “clon” es un bebé fabricado y no engendrado en una familia, por padre y madre. Y lo más grave sigue siendo la gran cantidad de embriones desperdiciados en cada experiencia. Por ejemplo, para la oveja “Dolly”, fue necesario “desperdiciar” centenares de embriones. Más aún, el elevado riesgo de transmisión de enfermedades o malformaciones que implicaría esta técnica añade nuevas razones para su prohibición ética.

Hay cosas que provocan muerte, pero que parecen “lógicas”. Estamos viviendo una “lógica de la muerte”.
Debe quedar muy en claro, que no se debe experimentar con seres humanos, en beneficio de terceros o para el progreso de la ciencia. Es éticamente inmoral. Son lícitas, en cambio, las experiencias que se hagan, en caso de necesidad, para salvarles la vida evitando los riesgos innecesarios.

No es justo tampoco, llamar “preembrión” a un ser que está en iguales condiciones que todos los otros, de llegar a ser una persona, y eso sólo para poder disponer de él con tranquilidad.

.+© 2004 Inspectoría Salesiana Nuestra Señora del Rosario

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