La toma de decisiones constituye una de las fuentes de conflicto importantes en la pareja, ya que, para esto, es necesario que se establezca una estructura de poder que puede ser, según los casos, más o menos democrática. De algún modo, marca cuánta consideración se tiene por el otro; quién ejerce el dominio y quién la sumisión. Si se toma la pareja como una unidad, ésta debería ser equilibrada: todas las tareas, decisiones y labores que se realizan deben repartirse en forma equitativa. La pareja no debe hacer de la relación una lucha de poder y control, porque se provoca, así, un círculo de competencia que dificulta la convivencia. Las consecuencias son: el rencor, la envidia, la frustración y la búsqueda de la derrota de ese otro a quien se dice amar.
La mayor parte de las veces el conflicto es causado por una falta de comunicación de parte de uno o de los dos miembros que configuran la pareja. Siempre es importante recordar que una buena comunicación es la base de una relación de pareja satisfactoria. El conflicto aparece cuando esa comunicación es negativa, a la cual se responde, a menudo, con otro mensaje negativo, que conforma una espiral de incomprensión que puede desatar tanto violencia física como verbal.
La mayor parte de las veces el conflicto es causado por una falta de comunicación de parte de uno o de los dos miembros que configuran la pareja. Siempre es importante recordar que una buena comunicación es la base de una relación de pareja satisfactoria. El conflicto aparece cuando esa comunicación es negativa, a la cual se responde, a menudo, con otro mensaje negativo, que conforma una espiral de incomprensión que puede desatar tanto violencia física como verbal.
Se torna imprescindible hacer consciente el modo en que se emite algo que deseamos que el otro recepcione. El cómo lo recibe y el contenido de ese mensaje son fundamentales. La manera en que decimos las cosas adquiere una connotación emocional según cada sexo. Una escucha activa contribuye a una mejor decodificación. Nada más efectivo para destruir una pareja que los mensajes poco claros para que el otro no sepa cómo actuar (“ya sabes lo que tienes que hacer”… “anda, después no digas que no te avise”…).
Cada miembro de la pareja, frente a un problema, reacciona de forma diferente. Unos guardaran silencio, utilizando una comunicación no verbal, otros tienen la necesidad de hablar. Las parejas en conflicto solamente reparan en las conductas negativas del otro y tienden a no ver o a disminuir el valor de las conductas positivas. La famosa imagen de no poder visualizar la parte medio llena del vaso.
Una baja autoestima y autodesvalorización, en uno de los miembros de la pareja, genera, casi siempre, desconfianza y celos, ejerciendo un exceso de control. Se manipula e invade el espacio personal del otro. Surge, de inmediato, un sentimiento de coerción y ahogo del que se desea escapar.
La inseguridad, el miedo o la angustia, ante lo que puede estar haciendo o pensando la pareja, origina ansiedad, depresión y persecuciones, que terminan por destruir la pareja. Cuando una persona no se sostiene a sí misma, busca que el otro la sostenga, que sea su punto de apoyo y, en su afán imperioso de poseerlo, lo transforma en un objeto.
En la pareja, se debe aceptar que la vida es únicamente responsabilidad de cada uno. La felicidad se construye de a dos, y no se debe esperar que el otro haga todo.
Cada uno debe madurar y no pretender que el otro le solucione todos sus problemas o le marque pautas de cómo debe vivir.
Ambos deben consensuar para elegir un espacio vital común que se convierta en “lo nuestro”.
Se debe aprender a pedir. Nada mejor, para iniciar un conflicto, que reclamarle al otro algo que sabe que no va a poder dar. La imagen es “pedir peras al olmo”.
Compartir la economía, definir bien los roles de cada uno dentro de la casa permite sostener lazos de unión y evitar asperezas y roces que ocasionan discusiones violentas.
Cuando ocurre una situación que no resulta de agrado para alguno de los dos, lo más acertado es conversar sobre ella en el momento. Decir lo que hay que decir en el momento que hay que decirlo ayuda a una mejor comunicación.
El cuidado y el trabajo de todos estos aspectos pueden servir de gran ayuda para encontrar un método para superar las dificultades.
Estar atento a las conductas que suscitan descontento y angustia en el otro; sacar la mirada sobre el otro y dirigirla hacia uno, admitiendo lo que cada uno aporta al conflicto. Poder hacer esto es haber conseguido el cincuenta por ciento de la solución.
Cada miembro de la pareja, frente a un problema, reacciona de forma diferente. Unos guardaran silencio, utilizando una comunicación no verbal, otros tienen la necesidad de hablar. Las parejas en conflicto solamente reparan en las conductas negativas del otro y tienden a no ver o a disminuir el valor de las conductas positivas. La famosa imagen de no poder visualizar la parte medio llena del vaso.
Una baja autoestima y autodesvalorización, en uno de los miembros de la pareja, genera, casi siempre, desconfianza y celos, ejerciendo un exceso de control. Se manipula e invade el espacio personal del otro. Surge, de inmediato, un sentimiento de coerción y ahogo del que se desea escapar.
La inseguridad, el miedo o la angustia, ante lo que puede estar haciendo o pensando la pareja, origina ansiedad, depresión y persecuciones, que terminan por destruir la pareja. Cuando una persona no se sostiene a sí misma, busca que el otro la sostenga, que sea su punto de apoyo y, en su afán imperioso de poseerlo, lo transforma en un objeto.
En la pareja, se debe aceptar que la vida es únicamente responsabilidad de cada uno. La felicidad se construye de a dos, y no se debe esperar que el otro haga todo.
Cada uno debe madurar y no pretender que el otro le solucione todos sus problemas o le marque pautas de cómo debe vivir.
Ambos deben consensuar para elegir un espacio vital común que se convierta en “lo nuestro”.
Se debe aprender a pedir. Nada mejor, para iniciar un conflicto, que reclamarle al otro algo que sabe que no va a poder dar. La imagen es “pedir peras al olmo”.
Compartir la economía, definir bien los roles de cada uno dentro de la casa permite sostener lazos de unión y evitar asperezas y roces que ocasionan discusiones violentas.
Cuando ocurre una situación que no resulta de agrado para alguno de los dos, lo más acertado es conversar sobre ella en el momento. Decir lo que hay que decir en el momento que hay que decirlo ayuda a una mejor comunicación.
El cuidado y el trabajo de todos estos aspectos pueden servir de gran ayuda para encontrar un método para superar las dificultades.
Estar atento a las conductas que suscitan descontento y angustia en el otro; sacar la mirada sobre el otro y dirigirla hacia uno, admitiendo lo que cada uno aporta al conflicto. Poder hacer esto es haber conseguido el cincuenta por ciento de la solución.
por Joaquín Rocha Psicólogo especialista en Educación para laComunicación
Fuente: San Pablo on Line
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