Participación, discernimiento y esperanza son tres palabras especialmente vinculadas al deber y el derecho de la ciudadanía al voto, que podremos ejercer dentro de poco tiempo nuestro país. Es la oportunidad para que nuestra conducta refleje la responsabilidad, la coherencia y el entusiasmo a que este acto nos convoca.
Participar
Participar, es un término que remite, entre otros significados, al de “tener conciencia” y “sentirse parte de”. Por esto mismo, en nuestro caso, se trata de “sentirse parte” de la comunidad argentina.
Este sentido de pertenencia mueve a interesarnos y ocuparnos del ámbito social, conducta con demasiada frecuencia poco desarrollada, cuando no rechazada, o imputada a terceros.
Se quiera aceptar o no, la vida social nos afecta a todos/as y está en las manos de la ciudadanía en el ejercicio concreto de tal condición, el lograr los cambios necesarios para alcanzar condiciones de vida digna para toda la población, superar la cultura transgresora y retomar el camino de la legalidad.
Asumir el compromiso político de participación (que no requiere la afiliación partidaria, aunque pueda incluirla), es ocuparse del bien común, siendo protagonistas activos/as en la búsqueda de soluciones, que dentro del marco ético permitan superar las situaciones inaceptables que impiden el desarrollo de las personas y desintegran la convivencia familiar y social.
Discernir
Para la práctica de la participación, el discernimiento es una herramienta fundamental.
Discernir es pensar, reflexionar, develar, de modo de eliminar los obstáculos que dificultan, opacan o desfiguran el abordaje del análisis de la realidad.
El discernimiento se instala en el ámbito de la racionalidad y se encuadra en el de los valores que constituyen el marco de referencia para el análisis y las posteriores opciones.
Por ello, es un paso esencial para la toma de decisiones y su ejercicio es fundamental, para que éstas no sean el resultado de sentimientos pasajeros, apasionamientos fugaces, posiciones teñidas de fanatismos o surgidas de influencias adoptadas sin sentido crítico.
Participar desde el discernir, es un binomio que debería ser siempre el mecanismo orientador de la conducta en general, incluida la conducta ciudadana.
La participación nos llama a la acción; el discernimiento marca el rumbo, fruto de
la reflexión basada en los valores.
Activar la esperanza
“Este país” es un modo habitual de denominación, a través del cual parecería que evitando la expresión “nuestro país”, quien la pronuncia es ajeno/a a toda responsabilidad..
“Este” nos deja afuera. ¿Afuera de posibles culpabilidades?, ¿Afuera del desenvolvimiento de la vida social? ¿Afuera para no comprometernos?.
Tal vez si comenzáramos a pensar y sentir en términos de “nuestro país”, cambiaríamos el “afuera” por el “adentro”; entonces sintiéndonos parte y discerniendo, descubriríamos que desentendernos, desocuparnos, sería renunciar no sólo a los derechos y deberes que nos corresponden, sino abandonar principios valorativos que enunciamos, sin asumir instaurarlos en las estructuras sociales.
Paz, justicia, solidaridad, respeto, libertad, legalidad, trabajo, honradez, veracidad, son algunos de los valores que reclamamos a las distintas instancias de la sociedad. No comprender que la Paz y la convivencia en valores, es una tarea de construcción que nos involucra a todos/as, y que se va plasmando a través de la conducta coherente, sería caer en una concepción mágica, cuyos resultados llevarían a mayores grados de fragmentación, avasallamiento y manipulación ciudadana con el consiguiente incremento del deterioro de la vida social.
Frustración, resignación y análisis negativos se suman y sobreabundan en la verbalización de nuestra realidad. Hay razones para que esto suceda, pero si fuéramos capaces de rescatar lo positivo en la escucha, cambiar el discurso transformándolo en coloquio de entendimiento y nos ocupáramos de la cosa pública, comenzaríamos a dar pasos hacia el futuro deseable.
Cambiar la desesperanza encerrada en “este país no tiene solución”, por esperanza activa, es no aceptar una espera de mero espectador y pasar en cambio a la espera del hacedor, que vive una esperanza dinámica, movilizadora, sin optimismos ingenuos, sino con la confianza de quien se siente parte de una comunidad que aprecia y de la que se sabe responsable y por ende comprometido.
Autoexcluirnos de la responsabilidad ciudadana es renegar de la dimensión social que compartimos y desentendernos del legado que dejaremos a las nuevas generaciones.
Como Mujeres de Fe en Dios Padre y Creador, sabemos que la filiación divina nos hermana y nos mueve a ocuparnos del bien común, de modo de ser fieles a nuestras creencias y dar testimonio de ellas a través de nuestra conducta, en los distintos ámbitos de nuestra existencia.
Lic. Elsa Muzio -
Socióloga
Fuente: Comisión Directiva Mujeres de fe Monoteísta
No hay comentarios.:
Publicar un comentario