jueves, 21 de mayo de 2009

La familia hoy: ¿crisis o diversidad? Tipos de familia (2a. Parte)



Como he comentado en el artículo anterior, en la actualidad, la familia es un sistema dinámico sujeto a múltiples transformaciones. Nuevas técnicas de reproducción asistida, avances científicos en esta especialidad, alquiler de vientres determinan nuevos principios/fundamentos que difieren del modelo familiar tradicional. Los casados en nueva unión y las uniones de hecho generan nuevas formas de convivencia.

En su libro La familia del anciano 1, el doctor Claudio C. García Pintos clasifica a la familia en dos grandes sistemas: maduros e inmaduros. Esta diferenciación parte de la armonía o no de los vínculos que se entretejen en su seno. Algunos autores las denominan familias funcionales y disfuncionales.Para el Dr. Pintos, los sistemas familiares maduros son aquéllos que reconocen una cierta estabilidad emocional como para asumir conflictos y crisis, y buscan una solución, apelando a sus propios recursos. La armonía es la resultante de una integración funcional y afectiva, de sus miembros, que implica estabilidad.

La familia normal representa este sistema. “En este caso, señalo como ‘normal’ la cualidad de aquel sistema en el cual los miembros son independientes, pero interdependientes autónomos en lo personal, pero comprometidos en las circunstancias de los otros. Están vinculados a través de lazos de reciprocidad.”

En la otra punta del péndulo, se encuentran los sistemas familiares inmaduros donde cada miembro piensa y actúa en función de sus propios deseos y necesidades, en menoscabo de los intereses del grupo. Esto acarrea como secuela escasas posibilidades de resolución de conflictos adecuadamente, relaciones de rivalidad y egoísmo. Una crisis no se vive como “crisis del grupo familiar”, sino como crisis del integrante que la padece. Siempre aparece “un alguien” emergente del conflicto.

El Dr. García Pintos concibe esta subclasificación desde el abordaje que realiza la familia con respecto a sus miembros más ancianos. De cualquier manera, nos resulta útil para apreciar diferentes dinamismos que ocurren en las familias. Es así que se manifiestan las de tipo clan, abandónicas, sobreprotectoras y distantes.

En las primeras, de tipo clan, se organizan alrededor, generalmente, de una de las figuras parentales. Ya sea el padre o la madre. Actúan rígidamente sin la posibilidad de independencia entre sus miembros, los cuales son fagocitados por el propio clan. Nunca logran hallar soluciones positivas a sus conflictos, porque se preocupan más de la subsistencia del clan que del bienestar de sus miembros.
En las abandónicas, sus integrantes “viven intensamente sumergidos en sus intereses y actividades dejando de lado al grupo familiar, el cual, podría decirse, queda emocionalmente estéril”. No existen lazos de pertenencia, y lo paradójico es que, sin depender de nadie, son “demandantes insatisfechos”. No cuentan con recursos afectivos y emocionales para responder a estas demandas entre sí.

La diferencia entre las distantes y las abandónicas se basa en la fachada. Las primeras reflejan serenidad, producto de una actitud de intelectualización e inhibición de lo afectivo. La racionalización es el camino para resolver su conflictiva interna o explicar sus vínculos.

Por último, las sobreprotectoras son las más comunes en nuestras sociedades. Lo interesante de estos grupos es que, a pesar de demostrar excesivo interés y preocupación hacia sus miembros, los moviliza el rechazo. Este rechazo les genera culpa, entonces, elaboran una actitud sobreprotectora como reparación o compensación. Esta posición es asfixiante para sus miembros. Los padres retardan la madurez de sus hijos, no permitiéndoles desarrollarse ni alcanzar su independencia.

Para completar las familias disfuncionales, citaremos a la familia permisiva. En este tipo de familia, los padres son incapaces de proporcionar a sus hijos una educación basada en la no realización inmediata de los deseos y de impartirles reglas de sana convivencia. Con la excusa de no ser autoritarios, de querer razonarlo todo y no provocar conductas que los frustren, dan libertad, a los hijos, para hacer todo lo que quieran. No fijan límites. Los roles padre e hijo no son cumplidos ni delimitados, creándose, así, una suerte de intercambio confuso. Los hijos suelen ser más padres que los propios padres. Normalmente, las familias disfuncionales son inestables, lo cual origina, en los hijos, sentimientos de inseguridad, desconfianza con gran dificultad para dar y recibir afecto. Se vuelven adultos pasivos-dependientes, incapaces de expresar sus necesidades y, por lo tanto, frustrados y llenos de culpa. Al no lograr expresar sus sentimientos hostiles, guardan siempre una actitud de rencor frente al mundo.

Algunos autores clasifican a las familias según su organización familiar y parentesco. En primer lugar, mencionan a la familia nuclear o elemental, como la unidad familiar básica que se compone de esposo (padre), esposa (madre) e hijos (de descendencia biológica o adoptados). La familia nuclear es el paradigma de las clases medias en las grandes ciudades.

La extensa o consanguínea constituida por más de una unidad nuclear, asentada en los vínculos de sangre de una gran cantidad de personas, incluyendo a los padres, niños, abuelos, tíos, tías, sobrinos, primos y demás. La monoparental, compuesta por uno de los padres y sus hijos. Ésta puede presentar diversos orígenes: ya sea porque los padres se han divorciado, y los hijos viven con uno de ellos, por lo general, la madre; por un embarazo precoz donde se configura otro tipo de familia dentro de la mencionada: la familia de madre soltera; o por el fallecimiento de uno de los cónyuges.

La familia de padres separados: donde los padres ya no son pareja, pero deben seguir cumpliendo su rol ante los hijos, por muy lejos que éstos se encuentren. “En cuanto a los hijos, como la unión entre los padres les otorga seguridad y confianza, muchas veces, rechazan la ruptura, y ésta les causa un hondo y prolongado sufrimiento. Pero si con la separación se disipa el clima de tensión o de abierta pelea, los padres tienen la posibilidad de entablar con sus hijos una relación más íntima y afectuosa, de guiarlos con mano más firme y segura y de fijarles límites más claros. Los padres podrán dejar de vivir juntos, pero siguen siendo padres para siempre” (Dr. Eduardo José‚ Cárdenas, ex juez de familia).

Para terminar, hago mías estas palabras: “Creo que para todos es claro, o debería serlo, que el amor es un valor fundamental para la familia. La familia es la escuela del amor, donde primero aprendemos a amar de pequeños; y de este aprendizaje primario del amor, muchas veces, dependerá de que, más adelante en nuestra vida, nuestro amor sea completo, íntegro, y enriquecedor. Si no hay amor en la familia, ¿en dónde lo habrá?”(1)

(1) http://www.churchforum.org/amor-como-valor-familia.htm

por Joaquín Rocha Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación
Fuente: San Pablo on Line

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