martes, 30 de julio de 2013

“¿Quién soy yo para juzgar a un gay?”, dijo el Papa Francisco.



Comentario a partir de la nota publicada en Diario Clarín:

La frase expresada por el Papa dio lugar a infinidad de interpretaciones que no hacen más que confundir y mezclar todo...pedófilos con gays y otras situaciones varias... con todo respeto, quizá sería la hora de que muchas personas, especialmente los que profesan la fe cristiana, tomaran la iniciativa de formarse para emitir opiniones. 
Lo que muchas personas expresan esperando un cambio radical en la postura de la Iglesia sobre algunos temas no es sencillo de resolver. El amor todo lo puede, Dios nos perdona a todos y a pesar nuestro pero ninguna institución se edifica sin un mínimo ordenamiento. 

Quienes somos bautizados tenemos la enorme responsabilidad de conocer nuestra pertenencia. Somos de Cristo y la Iglesia es el Cuerpo de Cristo no es sólo una institución puramente humana, es humana y divina. Si fuera puramente humana sería una ONG como dice el Papa pero no lo es, tiene sus leyes y desde el Papa para abajo todos crecemos y nos desarrollamos con sus enseñanzas instituidas por Cristo y lo seguimos a Él que es el Buen Pastor.

Pongamos por ejemplo nuestra pertenencia a alguna institución para graficar mejor la situación: cuando uno se anota en una escuela o una universidad, no puede cambiar el reglamento a su antojo porque cada uno tendría una situación particular por la cual querría que se cambiara, con la Iglesia pasa lo mismo, no es la Iglesia la que tiene que cambiar, somos nosostros los que tenemos que cambiar. ¿Acaso no nos levantamos como una furia cuando nos enteramos que querían modificar la Constitución Nacional? ¿no estamos convencidos de que está bien que haya división de poderes y que sean independientes de la voluntad individual de algunos? ¿Y por qué queremos que la Iglesia, que tiene sus dogmas y su doctrina las cambie al antojo de un grupo o de persona alguna? 
Generalmente y por suerte cada vez menos, muchas personas no conocen porqué y para qué las tiene. La Iglesia no discrimina, no reniega de los homosexuales, ni expulsa a los divorciados, al contrario, todos tenemos un lugar en ella. Pero si no nos sentimos acogidos entonces ¿deberíamos irnos...?...¿deberíamos hacer que cambie sus fundamentos? ¿o lo correcto sería aceptar que hay situaciones personales que nos hacen sentirnos afuera?. 

No más discusiones, estamos adentro sea cual fuere nuestra situación personal, sintámonos incluidos, sintámonos amados por Dios que es familia y a una familia bien constituída en el amor ¿acaso se le ocurriría expulsar a alguno de sus miembros por ser gay o divorciado?.

Las Bienaventuranzas y Mateo 25 son el camino a recorrer nos dijo el Papa. Ojalá seamos capaces de meditar éso y entonces descubrir lo que es ser un cristiano católico adulto y maduro ya que muchos nos hemos quedado en una fe infantil.

Espero se interprete bien este mensaje, lo emito con todo respeto y tratando de cuidar el lenguaje, sin ánimo de adoctrinar, sin ánimo de excluir, pero sí tratando de mostrar la Iglesia que yo amo, firme y suave a la vez, amorosa, tierna y fuerte como una madre, que me acompaña a través de quien la conduce, que no es el Papa, no son los Obispos, no son los sacerdotes ni los religiosos/as, no son los laicos a quienes nos gusta catalogar de "comprometidos" o "no comprometidos", "practicantes" o "no practicantes"...es nada más ni nada menos que el ESPÍRITU SANTO, que es comunidad de los creyentes y derrama sobre la Iglesia sus dones y carismas. 

Tres cosas son importantes: la fe, la esperanza y la caridad, lo demás es secundario y no merece que el Pueblo de Dios se divida discutiendo lo que forma parte del misterio de Dios, tratemos de encontrarnos con Jesús y dejémonos interpelar por Él que nos dará el discernimiento.

María Inés Maceratesi
Foto: Diario Clarín

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