sábado, 13 de diciembre de 2008

Adviento, un tiempo para redescubrirnos


La vida cotidiana con su vorágine, casi nunca nos permite parar a pensar, a reflexionar, a hacernos preguntas y tratar de respondérnoslas. Y es habitual que debido al despliegue de actividad, a las corridas para llegar a cualquier parte, los choques con la gente por la calle, la infinidad de preocupaciones propias y también aquéllas de las cuales tenemos que hacernos cargo por diferentes motivos, nos vayan alejando de nuestro centro interior.

Así es que llegada esta época del año, advertimos que el tiempo ha transcurrido muy rápidamente y no hemos tenido ese momento de mirarnos interiormente y escrutarnos para hacer una evaluación personal sobre el camino que estamos recorriendo. Si nos descuidamos más de la cuenta en esa tarea, quizá nos encontremos con una sensación de que somos extraños para nosotros mismos y surjan preguntas y dudas de todo tipo.

El Adviento es para los cristianos un momento especial para redescubrir nuestra vida y en ella reconocer que Jesús está viniendo siempre a nosotros, aún cuando las preocupaciones y las ocupaciones no nos dejen ver y oir lo que tiene para decirnos y mostrarnos, de nosotros mismos y de los demás

Este breve cuestionario puede ayudarnos para tal fin:

1. ¿Qué peso tiene, hoy, en nuestra vida de cristianos - después de tantos siglos y habituados a la historia cotidiana - , la promesa de que la plenitud del Reino de Dios llegará, “como un ladrón en la noche”, por sorpresa, sin que sepamos ni el día ni la hora?

2. ¿Qué sentimientos nos provoca el anuncio o la celebración de la esperanza cristiana, en medio de una cultura y un modo de vida tan realista y de cortas miras como el presente? ¿Vivimos con esperanza? ¿Podríamos compartir los motivos y valorarlos con otros?

3. ¿Miramos y conocemos el mundo a partir de los grupos sociales más débiles e ignorados - mucho más en este momento de crisis económica - o buscamos un punto de vista equidistante, cuando no, sencillamente, descomprometido con la realidad cotidiana?

4. ¿Pensamos y celebramos la palabra de Dios a partir de Jesús, y sus bienaventuranzas, o más bien lo hacemos desde el “maestro espiritual” de nuestro gusto?

5. ¿Habla nuestra boca desde la “relación” con Dios que abunda en nuestro corazón, o habla desde lo que recuerda del catecismo o la enseñanza religiosa reibida de niños?

6. ¿Cómo ayudamos a que crezca el Reino de Dios, hoy, en nuestra vida cotidiana? ¿Podríamos concretarlo en relación a nuestra casa o familia, vecindad y trabajo, iglesia y sociedad, economía y política, cultura y ética, por ejemplo?.

7. ¿En qué momentos y actuaciones tenemos dudas de estar colaborando al crecimiento del Reino, incluso con miedo de estar impidiéndolo? (Lo pensamos como en la pregunta anterior).

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