lunes, 19 de octubre de 2009

Hijos: ¿por qué no a los castigos?


Por Elena Roger Gamir, pedagoga del Gabinete Pedagógico Solohijos

¿Qué haces cuando tu hijo no te obedece? ¿Cuándo infringe las normas de casa? ¿Le castigas o permites que aprenda de las consecuencias de sus actos? ¿Sabes distinguir consecuencias de castigos? No es tan fácil, muchos padres confunden con facilidad ambos términos disfrazando los castigos con el término de consecuencias.

¿Por qué no a los castigos?

El concepto "castigo" debería eliminarse de nuestro repertorio de técnicas persuasivas con nuestros hijos. Creemos firmemente que los niños no aprenden nada positivo con ellos. Los castigos disfrazados de disciplina son estériles y solo sirven para cosechar resentimiento y odio hacia el padre o la madre. No ayudan al niño a reflexionar sobre su comportamiento ya que éste está emocionalmente tan ocupado culpando a los padres de su conducta que pierde la oportunidad de aprender de su error.

Clara. 5 años. Ha vuelto otra vez del colegio sin su mochila.

Incorrecto: ¡Otra vez! ¡Ya está bien! Estoy muy enfadada contigo. Esta noche te irás a la cama sin cuento y mañana no te traeré merienda si no vuelves con la mochila!

Evidentemente, Clara se siente fatal y en lugar de centrar sus reflexiones sobre la mochila, centra sus sentimientos hacía su madre, que la amenaza con consecuencias terribles para ella. La oportunidad de aprender pasa inútilmente.

Correcto: Clara, esto no puede volver a pasar. Es necesario que traigas tu mochila cada viernes porque yo tengo que lavar la bata sucia, sino no la tendrás limpia el lunes. Te pondré un lacito rojo en la muñeca cada viernes para que te acuerdes. Si a pesar de eso la olvidas, tendrás que ponerte la bata sucia durante toda la semana siguiente

¿Castigos? No, gracias

¿Son las consecuencias una forma delicada de hablar de castigos? ¿No es el mismo concepto?

En absoluto. Los castigos hacen que tu hijo se estanque en el problema, que se sienta mal, que proyecte su culpa en el acusador y que tienda a comportarse de la misma forma en situaciones parecidas: por miedo, por rencor, por rutina, etc. Tras el castigo, en muchas ocasiones, se esconde la actitud de "darle una lección a este niño; así aprenderá". Va íntimamente ligado a nuestra rabia, a nuestra impotencia por hacerle cambiar, a nuestra frustración. Tu hijo, enfadado y con rencor, no aprende/quiere cambiar su comportamiento.

Las consecuencias hacen que tu hijo forme parte de la solución, que asimile su error, anticipe los resultados de un mal comportamiento y que obre en consecuencia. Con las consecuencias se desarrolla la autodisciplina y el criterio necesario para tomar decisiones acertadas.

Hay, pues, muuuuucha diferencia y es muy importante que, tenga la edad que tenga tu hijo, comiences a aplicar este cambio de mentalidad. Prueba a desterrar los castigos de tu casa durante una temporada. Olvídate de las amenazas, de los chantajes y de los gritos. Ponte un objetivo para los próximos 7 días: "sustituiré los castigos por consecuencias".

Te ayudamos con estas pautas:

Trasmite con muchísima claridad y firmeza lo que quieres que haga tu hijo. Pocas palabras y muy claritas: lavarse las manos antes de merendar, jugar después de deberes, camas hechas antes de salir de casa, etc.

Ante un comportamiento indeseado, expresa tu disconformidad. La ropa sucia no se tira al suelo; este comportamiento no se puede volver a repetir.

Explícale cual sería el comportamiento esperado. La ropa se tira al cubo de la ropa sucia. No hay ningún otro sitio donde se pueda tirar.

Ofrécele alternativas y recuerda la consecuencia. Puedes colocar el cubo de la ropa sucia junto a la puerta de tu cuarto; esto te ayudará a acordarte. Pero recuerda que esto es una familia y trabajamos en equipo. Si tu no tiras la ropa en su sitio, yo no la lavaré.

En ese caso, si sigue sin tirar la ropa en su sitio, por favor, ¡no le laves la ropa! Cumple con la consecuencia, sin enfadarte y sin gritar. De hecho, es su problema, no el tuyo, ya que es su ropa la que no se lavará.

Es cierto que requiere mucha paciencia por parte de los padres pero estás tratando de que se de cuenta de su comportamiento inaceptable para que sea él mismo el que quiera poner solución. Debe sentir la necesidad de solventar su problema y para ello necesita tu coherencia.

Sabemos que no siempre es fácil saber cuándo estamos aplicando consecuencias o castigos. A veces, imponemos los castigos de siempre e impedimos que nuestros hijos experimenten sus propias consecuencias.

Castigos y consecuencias no son lo mismo. ¿En qué se diferencian?

Sencillamente, las consecuencias enseñan a los hijos a hacerse responsables de sus elecciones y su conducta. Los castigos evitan una conducta por imposición del adulto, por miedo y amenazas y no porque nuestros hijos hayan comprendido lo incorrecto de su conducta.

Pablo. 7 años. Sabe que no debe llenar de agua el suelo del baño cada vez que se ducha. Sin embargo, lo ha hecho.
Castigo: No verá la tele el resto de la tarde o se quedará sin el cuento de la noche.
Consecuencia: Deberá coger los utensilios necesarios para recoger el agua y dejar el baño en las mismas condiciones como las encontró.

Juan. 8 años. Sabe que no se debe "salpicar" en el suelo del baño cuando va a orinar.
Castigo: Cada vez que ensucia el water, sus padres le amenazan diciéndole que le van a poner un pañal de bebé. En alguna ocasión se lo han puesto.
Consecuencia: Cada vez que ensucia el water con su orina, tiene que limpiarlo.

Maria. 10 años. Tarda cada día más de una hora en cenar.
Castigo: Se va a la cama sin acabar de cenar. Casi nunca toma el postre o se lo acaba en el cuarto de baño.
Consecuencias: Al cabo del tiempo estipulado, se le retira la comida y se guarda en la nevera para comerla al día siguiente.

Enrique. 12 años. Jugando con el mando a distancia de la televisión, se le ha caído y lo ha roto.
Castigo: No podrá ver la televisión durante una semana.
Consecuencia: Tendrá que comprar con su dinero un mando a distancia nuevo.

Ana. 14 años. No puede hacer llamadas de teléfono a sus amigas a partir de las 10,00h, durante la semana. Incumple la norma.
Castigo: No podrá salir con sus amigas el sábado siguiente.
Consecuencia: Pierde el privilegio de llamar por teléfono durante una semana.

Sara. 16 años. Nunca tira la ropa sucia en la cesta correspondiente.
Castigo: Se quedará sin comprarse el pantalón que tanta ilusión le hacía ya que no cuida la ropa. Consecuencia: No se le lavará aquella ropa sucia que no se coloque en el sitio estipulado para ello. Posiblemente en poco tiempo se quedará sin ropa que ponerse.

¿El secreto de una consecuencia eficaz?

No añadir ningún tipo de comentario. Evitar reproches, ironías y humillaciones. La consecuencia es suficientemente clara.
Mario (6 años) se ha quemado levemente el dedo por tocar una olla caliente. No decir: "Ya lo veía venir" "estaba seguro que pasaría esto". Simplemente, callar y curar la herida.

Debe ser inmediata. Juan juega a tirar bolitas de pan a su hermano en la cena. La consecuencia inmediata es quitarle el pan en ese momento, no al cabo de un rato.

Debe guardar relación con la conducta de tu hijo. No tiene sentido que castiguemos a nuestro hijo sin dulces o sin ver la televisión por no recoger los juguetes del suelo. Sería más apropiado el hecho de retirarle los juguetes no recogidos durante una temporada

Ofrece a tu hijo un modelo a imitar. Oscar juega incorrectamente con el cuchillo, haciendo el "payaso" delante de sus hermanos. Su padre puede actuar de dos maneras: "Oscar, todos sabemos que eres un poco pequeño y por eso no sabes utilizar el cuchillo como un mayor; ¡te acabas de quedar sin cuchillo!" o bien "en la próxima comida podrás volver a utilizar el cuchillo".
La consecuencia es la misma (quedarse sin cuchillo) pero la segunda opción ofrece un modelo a imitar.

Coherencia entre los padres. Ambos padres han establecido que no se puede jugar a la Play Station entre semana. Si Alicia les pregunta por separado si puede jugar a la play, ambos deben mantenerse firmes, sabiendo qué es lo que contestará su pareja.

Mejor consecuencias de poca duración que a largo plazo. Juan tiene 15 años y sabe que no puede hablar por teléfono más que 10 minutos. Infringe la norma. Sus padres le castigan un mes sin teléfono. En este caso, habría sido razonable acotar más el tiempo de pérdida de privilegio, por ejemplo, una semana. De esta manera, ofrecemos al niño la posibilidad de probar de nuevo después de la consecuencia estando todavía "caliente" la infracción.


1 comentario:

Unknown dijo...

Tengo serias dudas acerca de este tema. Sin embargo, quiero darme una oportunidad para aprender.
¿Cuál cree usted que sería la conasecuencia de saltar en la cama? (2 niñas de entre 8 y 5 años)
Obviamente no puedo quitarle la cama, asi que . . .

coatvermont@gamil.com